“Presunción de inocencia. Riesgo, delito y pecado en femenino.”

Entrevista a Dolores Juliano en la Presentación de su Libro. Editorial Tercera Prensa

El 28 de mayo de 2012 en la sala Polivalente de “La Casa de las Mujeres” en San Sebastián/Donostia, se presentó el libro de Dolores Juliano, organizado por la sección de Igualdad del Ayuntamiento de San Sebastián/Donostia.

“Presentar un libro es siempre como presentar a una hija, pero en esta ocasión más especial es que este libro se editó acá en San Sebastián, es decir, nació aquí” Dolores Juliano

¿Por qué un libro sobre mujer y delito?

Cuando vamos a una librería y vemos la cantidad de libros que existen, que salen cada año y el hecho de que salen con mucha más rapidez de lo que somos capaces de leer, pensamos si es necesario sacar otro libro, para qué publicar otro libro. Yo creo que sacamos libros o hacemos una investigación cuando se nos presenta alguna pregunta que nos parece interesante responder. Es decir, escribimos el libro que nos gustaría leer, aquel libro que nos contestará algunas cosas que nos hemos preguntado y que no encontramos respuesta. Aquí la pregunta era sobre la mujer y delito.

Pero al comenzar a investigar nos encontramos con diversos problemas a resaltar. En los últimos años se ha incrementado terriblemente el número de personas presas, es decir, desde las distintas modificaciones del código penal, se van haciendo castigos cada vez más severos, y aunque mucha gente piense que la legislación española es suave, es realmente una legislación muy severa, que hace que en este momento seamos el país de la UE con mayor cantidad de presos, 180, por cada diez mil habitantes. Esto no es porque que aquí se delinca más, sino porque las condenas son más largas. Estamos viviendo en un Estado fuertemente punitivo.

Pero la punición no está libre de condicionantes de clases sociales, de género. De hecho se dice y sabemos que se castigan más los delitos de los pobres que los de los ricos. Sabemos que los sectores pobres, los grupos étnicos marginales, por ejemplo, gitanos, inmigrantes están sobrerrepresentados, no tanto porque cometan más delitos o más serios, sino porque esos tipos de pequeños delitos están más castigados que los grandes delitos, entonces hay una sobrerrepresentación.

En el caso de las mujeres presas también nos llevamos la palma, tenemos el mayor número de mujeres presas en proporción al número total de presos en la UE. En España por cada cien presos hay ocho mujeres presas, es mucho si tenemos en cuenta que los otros países tienen bastante menos, por ejemplo, Francia tiene 3,8. Entonces, también nuestras mujeres están sobrecastigadas, están sobrerrepresentadas en la cárcel. Pero el problema que yo me planteaba y que me llevó a escribir el libro, no era exactamente esto, sino el problema contrario. La pregunta no es tanto por qué hay tantas mujeres presas sino por qué hay tan pocas, en relación a los hombres. Hay 92 hombres que delinquen por cada 8 mujeres que delinquen. 

Pero como has comentado antes, existe una relación entre cárcel y pobreza ¿Cómo relacionamos esto con la creciente feminización de la pobreza? ¿Por qué delinquimos tan poco? ¿Qué es lo que explica este desnivel, esta desproporción? Ésta es la pregunta que guía tu investigación.

Ha habido muchas explicaciones a este dilema, pero ninguna me ha satisfecho. Explicaciones biologicistas tales como que las mujeres, por nuestro instinto maternal, somos menos agresivas que los hombres, o que los hombres por la testosterona son más agresivos. Pero no queda demasiado claro que no podamos delinquir o cometer maldades. Todas nosotras sabemos que podemos perfectamente ser bastantes malas si nos lo proponemos y, de hecho, hay mujeres que delinquen y algunos delitos serios o muy graves los comenten las mujeres. En definitiva, nada nos impide en nuestra naturaleza delinquir.

Otro tipo de explicación que se ha dado con cierta frecuencia es que la legislación es benévola con las mujeres, entonces no se les acusa tanto. Esto es exactamente lo contrario de lo que pasa. De hecho, ser mujer es un agravante en la mayoría de los delitos. No por mala voluntad de los que juzgan, sino porque la legislación está pensada para el hombre que delinque, porque son la mayoría y cuando se aplican estos mismos parámetros a la mujer que delinque, resultan distorsionadores. En todos los casos, lo que se considera atenuante son las conductas típicas masculinas.

Si la ley es más dura, si hay motivos sobrados para delinquir porque son más pobres y porque tienen mayor necesidad de recursos y no delinquen. Entonces ¿Qué es lo que pasa? ¿Cómo se las arreglan para sobrevivir en este duro mundo?

La idea es que si conseguimos no delinquir es porque desarrollamos estrategias alternativas al delito. Estas estrategias son de utilización preferentemente femenina, y por otra parte, son estrategias eficaces. Es decir, que si no delinquimos es porque optamos por hacer otras cosas que nos permiten sobrevivir sin delinquir en un mundo en el cual una parte mucho mayor de hombres no consigue sobrevivir sin delinquir.

Entonces, tenemos que hablar de estrategias a largo o mediano y a corto plazo.

La estrategia a largo plazo que utilizan las mujeres para mejorar su potencialidad económica es capacitarse, incluso sobrecapacitarse. Hay mayor cantidad de mujeres que llegan al doctorado, es decir, estamos en este camino de superación y esto pasa en todo el mundo, también las mujeres islámicas están en la universidad, también las mujeres de diferentes grupos étnicos. Las mujeres están tratando de capacitarse mucho para conseguir trabajos un poco mejores.

Una vez que pasa esto puede ocurrir cosas tales como la crisis, y si viene la crisis nos encontramos que tengas la titulación que tengas no hay trabajo. En esas condiciones los chicos, suelen decir, esperaré hasta que no tenga un trabajo de acuerdo a mi cualificación, en cambio las chicas normalmente piensan que mientras no consiga el trabajo de mis sueños y el que coincida con mi capacitación, trabajo en el que venga. Aceptan trabajos por debajo de su nivel de capacitación, trabajos mal pagados, economía sumergida, trabajo a tiempo parcial, un montón de trabajos que implican un esfuerzo grande con salarios mínimos pero que solucionan el problema inmediato de la supervivencia.

Pero también, las mujeres desarrollan otras estrategias con las cuales tenemos una enorme cotidianeidad y sin embargo, no pensamos que sean estrategias. Como son, la creación de redes femeninas de apoyo. Si una mujer inmigrante viene y ha dejado a sus niños en el país de origen al cuidado de su madre, es porque ahí hay una red femenina bien clara. Pero suelen funcionar incluso a niveles mucho más pequeños. Redes de apoyo que permiten que las madres se puedan manejar en el mercado laboral porque se derivan una parte de sus responsabilidades. Éstas son lo que podríamos llamar estrategias a mediano plazo.

Pero también existe la posibilidad de utilizar para sobrevivir nuestra condición de mujer. Y no estoy hablando del trabajo sexual, sino del matrimonio. Si recordáis lo que decían nuestras abuelas o nuestras madres de lo que convenía a una chica era hacer un buen matrimonio. ¿Y que era un buen matrimonio? Sencillamente significaba casarse con alguien que tuviera los recursos económicos suficientes para mantenerla a ella y a sus hijos. Es decir, un intercambio en el cual se prestan servicios domésticos y sexuales a cambio de recursos económicos. Esto ha sido el buen matrimonio tradicional. Esto no está muy de moda en la actualidad, entre otras cosas, porque cada vez es más difícil conseguir estos candidatos dispuestos a solucionar los problemas económicos de por vida y con mucha más frecuencia lo que sucede es que la mujer debe cargar con la manutención de los niños y al pobre hombre que está sin trabajo.

Pero cuando todo esto falla, cuando no hay trabajos, ni buenos ni malos, cuando no hay posibilidades y las necesidades económicas son fuertes o puntualmente exigentes, en el momento en el que el muchacho elige ir a una esquina y dar un tirón a un bolso, la muchacha suele elegir ir a una esquina y ofrecer servicios sexuales. Es decir, las mujeres suelen recurrir al trabajo sexual como una opción alternativa al delito

Cualquiera que haya trabajado con prostitutas sabe que esto es lo que le dicen la primera media hora de estar conversando con ellas. “Mejor esto que robar” “Nosotras no somos delincuentes”. Ellas están diciendo que en caso de tener que elegir entre delito o prostitución prefieren prostitución, en un porcentaje grande de casos. Porque para situaciones duras, marginales, para situaciones de crisis, para ellas les resulta una opción mejor ejercer la prostitución que delinquir. Éstas serían estrategias a corto plazo.

¿Por qué las mujeres se toman más molestias para no ir a la cárcel que los hombres? ¿Por qué eligen esto?

Esto es así, porque tienen a cargo personas dependientes, porque padecen más el estigma que los hombres por ir a la cárcel. Existe un modelo de masculinidad, según en qué ámbitos, que los hombres pueden obtener incluso prestigio por haber estado en la cárcel. Pero el eje fundamental no es lo que hay dentro de la cárcel sino lo que queda fuera.

La cárcel es de todas las soluciones la que más desestructura los vínculos familiares. Una mujer que va presa pierde el contacto con sus hijos por un tiempo que no depende de ella, que no lo puede compensar con apoyos económicos. Pensemos que el 95% de los presos, cuando salen de la cárcel encuentran que su compañera le está todavía esperando y que se ha hecho cargo de sus hijos. Hay casos en los que se rompe el vínculo en la cárcel, pero aún cuando se rompa el vínculo, el preso no tiene que preocuparse de qué será de sus hijos. Porque si la madre está fuera, la madre ya se ocupará de sus hijos. En el caso de las mujeres es todo lo contrario, las parejas se rompen y se deterioran muy pronto, las mujeres presas tienen muy pocas visitas, muchas menos que los hombres, pierden en un porcentaje muy alto la tutela de sus hijos porque solo entre un 12 o un 15% de los padres se encargan y depende si hay o no abuelos, pero en general los y las hijos/as de las presas terminan bajo la tutela del Estado y pierden incluso la patria potestad.

Entonces, la prostitución tiene ciertas ventajas relativas: Una, que se manejan con mayor autonomía, se puede estar un tiempo, un horario, etc. Pueden jugar con la idea que la familia no se enterará. La otra ventaja es que permite ganar dinero. Es un trabajo duro, desagradable, peligroso y estigmatizado, pero, de entre los distintos trabajos que están al alcance de las mujeres en casos extremos, el trabajo sexual resulta una opción un poco mejor que las otras.

No quiero con esto desdramatizar el trabajo sexual. Además, abarca una cantidad de actividades muy amplias, pero en cualquiera de sus manifestaciones es una alternativa laboralmente más o menos rentable. Entonces, desde ese punto de vista se ve mejor que delinquir, lo cual no quiere decir que no tenga costes sociales, incluso muy altos.

¿El precio que se paga es igual para todas las mujeres en tanto su condición de mujer o existen otros condicionantes?

Cuando hablamos de que el porcentaje de mujeres que delinque es muy bajo, tenemos que decir que en esto hay diferencia por grupos étnicos. No por las diferencias físicas de los grupos étnicos, sino por las diferencias culturales. En el caso del pueblo gitano las mujeres están sobrerrepresentadas en la cárcel, representan el 20% de las presas, cuando son el 2% de la población. Las gitanas delinquen más, sencillamente porque en el caso de las familias gitanas, muy compactas, muy solidarias, el coste de la prisión es mucho menor. No pierden la tutela de sus hijos, saben que están atendidos y cuidados por su madre, por la hermana, por la cuñada, las van a visitar toda la tribu en cada uno de los casos, las esperan y además, como consideran que robar a un payo o vender droga no es algo que sea vergonzoso moralmente, pues no le genera ningún problema de conciencia. Por eso, ellas se esfuerzan mucho menos por no delinquir y para ellas la opción de la prostitución es mucho peor, porque sí les haría perder el apoyo de la comunidad.

Esto demuestra hasta qué punto el delito es independiente de las tendencias femeninas o de un impulso que tengamos en tanto que mujeres, sino que depende de las estructuras y de los condicionamientos sociales y de los precios que se paguen por cada una de las cosas.

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