Cierre de fronteras de la UE: trampa mortal para los refugiados de Libia y Túnez

Mugak56

Aierbe, Peio

SOS Arrazakeria

Los levantamientos populares que han sacudido Túnez, Egipto y Libia, han tenido repercusiones más allá de sus propios países. Así, la onda expansiva que ha llegado hasta la UE ha puesto aún más de manifiesto la flagrante contradicción entre la defensa de los derechos humanos, que recogen sus textos fundacionales así como los tratados internacionales firmados por sus países miembros, y la obsesión por tratar de cerrar sus fronteras a la llegada de migrantes y refugiados no deseados.

Los titulares de prensa hablaban de oleadas de refugiados y de Italia desbordada. El 12 de febrero, cuando el número era, tan sólo, de 5.000, el gobierno italiano decretó el estado de urgencia humanitaria y reclamó al resto de países comunitarios hacerse cargo de un cierto número de las personas llegadas. La respuesta comunitaria corrió a cargo de Frontex que inició, el 20 de febrero, la operación Hermes 2001, con el despliegue de medios aéreos y marítimos, puestos a disposición por los Estados miembros, para vigilar las fronteras y ayudar a Italia en la expulsión de migrantes.

El 23 de febrero, el consejo de ministros de los 6 países de Europa del sur reunidos en Roma, anunciaba que de 200.000 a 300.000 inmigrantes estaban a punto de llegar a las costas europeas provenientes del Norte de África. Frontex, por su parte hablaba de que entre 500.000 y 1,5 millones de migrantes (cifra que se corresponde con el número de trabadores extranjeros residentes en Libia) estarían dispuestos a dirigirse a Europa. Y, surfeando la ola, ahí estaba el ministro de defensa italiano, Ignacio La Russa, que el 25 de febrero, declaraba a Daily Online, que podía temerse la llegada de 2,5 millones de refugiados provenientes de Libia.

Como ocurre en estos casos, los datos muestran una realidad muy distinta. El Ministerio del Interior italiano, daba el 26 de mayo la cifra de 40.000 personas llegadas en los 5 primeros meses de 2011.

Ante el fracaso de su llamamiento a la solidaridad europea, Berlusconi decide, el 5 de abril, otorgar permisos de estancia “por razones humanitarias” a quienes han llegado desde comienzos de año, lo que suponía 22.000 personas, y permitirles, de esa manera, desplazarse por el espacio Schengen. Y ahí se armó la marimorena.

La libre circulación de personas dentro del espacio Schengen que hasta el momento presente era, sin duda, unos de los activos de la Unión saltó por los aires a iniciativa de Francia que, a los tres días del decreto del gobierno italiano, restableció los controles en su frontera con Italia para controlar la circulación de personas provenientes del norte de África. Al rebufo de estas medidas, Dinamarca aprovechó para hacer público, el 11 de mayo, la intención de de restablecer los controles en sus fronteras interiores.

El revuelo inicial que se generó, en un primer momento, en las instituciones comunitarias que proclamaron su defensa de los acuerdos de Schengen se vio atemperado con el paso de las semanas, hasta aceptar, con circunloquios, las medidas restrictivas puestas en marcha por varios Estados miembros. En un comunicado del 4 de mayo, la Comisión Europea anuncia que podrían incorporarse modificaciones al acuerdo de Schengen. Hay que recordar que el restablecimiento de los controles interiores sólo está contemplado por un período de tiempo limitado y por motivos de seguridad nacional y de orden público. Ahora se habla que también podrá realizarse en caso de gran presión migratoria en una de las fronteras exteriores de la Unión.

En el centro del cuestionamiento de Schengen está la cuestión migratoria. De seguir adelante la voluntad política de su modificación habrá de emprenderse una revisión de los tratados comunitarios, que requieren para ello la unanimidad. Así las cosas ¿está justificado este drama institucional? ¿Estamos ante una situación crítica que lo exige?

Las cifras vienen a decir, exactamente, lo contrario. Basta contrastar la situación actual con los cientos de miles de personas que llegaron a Alemania provenientes de la ex Yugoslavia en los años noventa. Y no se asistió, para nada, al actual cuestionamiento institucional. La UE cuenta con 19,5 millones de personas inmigradas (3,9% de la población) mientras que EEUU tiene 42,8 millones (13% de la población). Y si hablamos de refugiados, la UE acoge quince veces menos de refugiados que EEUU.

¿Entonces?

La razón hay que buscarla en el callejón sin salida en el que se ha metido la UE con la orientación de sus políticas migratorias. Tras un objetivo ilusorio de “control de flujos migratorios” y un allanarse a las demandas populistas de los partidos xenófobos, ha armado toda una arquitectura institucional, una armazón legislativa y una infraestructura represiva que le ha lanzado a una deriva que, no sólo está lejos de conseguir sus objetivos, sino que está sembrando las fronteras europeas de auténticos cementerios en los que los muertos superan los de cualquier guerra convencional. Con el añadido de la perversión moral que supone el influir en la opinión pública hasta el punto de hacerla cómplice en esta política criminal.

Mientras la UE no sea capaz de romper esa lógica y, puesto que ha mostrado un fracaso clamoroso en los objetivos que dice perseguir, ensayar otras políticas más acordes con el derecho de las personas a buscarse la vida allá donde puedan, con el respeto a los derechos humanos y con las necesidades estratégicas de población inmigrante que revierta su pirámide de edad, será imposible afrontar debidamente los retos actuales en este terreno.

El drama de las personas refugiadas provenientes de Libia

Según la Organización Internacional de las Migraciones (OIM), el número de refugiados que habían salido hasta el mes de junio por las fronteras de Libia rondaba el millón, de ellos más de 500.000 a Túnez, más de 300.000 a Egipto, 70.000 a Níger y 17.000 a Europa.

En lo que hace al número de las personas ahogadas en el Mediterráneo huyendo del conflicto libio la opinión pública fue sacudida por el artículo que publicaba, el 8 de mayo, el periódico británico Guardian, que relata la tragedia de 21 náufragos muertos de hambre y sed. Un barco que transportaba 72 refugiados, en su mayor parte subsaharianos, se averió y quedó a la deriva durante un par de semanas, tras abandonar Libia. Pese a que el barco averiado se cruzó con un portaaviones y que un helicóptero les lanzara víveres, nadie les socorrió y fueron muriendo uno tras otros, excepto diez supervivientes que acabaron arribando nuevamente a Libia, tras semanas a la deriva.

ACNUR da la cifra de más de 2.000 ahogados. Por su parte, Fortress Europe reseñaba 1.802 personas ahogadas en ese período, lo que eleva la cifra desde 1988 a 17.627. Las cifras contabilizadas se refieren a las personas cuyos cadáveres han sido recuperados, por lo que la cifra real puede llegar a multiplicarse por tres.

Varios de los relatos sobre estos naufragios, que están haciendo del Mediterráneo, la mayor fosa común, se encuentran en las páginas de esta revista.

Este elevadísimo número de víctimas contrasta con el impresionante despliegue de medios marítimos y aéreos por parte de Frontex, dentro de su misión Hermes, y por la coalición internacional y la OTAN, para su intervención en Libia. Parece obvio que los barcos con migrantes y refugiados no pueden pasar desapercibidos.

El gobierno italiano no ha andado remiso en adoptar todo tipo de medidas, siempre en perjuicio de las personas necesitadas de atención. El 16 de junio, decidió prolongar el plazo de encierro en los CIE hasta los 18 meses. Acordó, asimismo, sin hacer público el documento, con el Consejo Nacional de Transición libio que se haría cargo de las personas refugiadas que llegaran a Italia provenientes de ese país. Este acuerdo viola la Convención de Ginebra dado que el territorio libio no es un lugar seguro, al estar en pleno conflicto bélico además de que Libia no ha ratificado dicha convención. La asociación Terre des hommes constataba la presencia de menores en los centros de internamiento.

Entre las iniciativas que emergen desde el campo de las organizaciones solidarias, Migreurop entre ellas, se encuentra el Barco de la Solidaridad (ver página ) que trata de fletarse en los próximos meses. Se trata de prestar ayuda a las personas amenazadas con perecer en el Mediterráneo víctimas de los controles establecidos por la UE, alertar a la opinión pública europea del drama que se desarrolla en su orilla sur y que protagonizan sus navíos de guerra, recopilar información de lo que ocurre en eso lugares y hacer respetar los derechos fundamentales que asisten a las personas que se lanzan a la aventura del Mediterráneo.

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