“La protección no es un techo y ropa” Francesco Vacchiano*

*Francesco Vacchiano es psicólogo y antropólogo cultural. Asociación Frantz Fanon. Turin

¿De qué estamos hablando cuando hablamos de salud mental?

De una cuestión que no se limita a la problemática de la enfermedad mental. Salud mental es un concepto mucho más amplio y se refiere especialmente a lo que es la vida de las personas en el mundo y en los contextos donde viven. Significa vivir, trabajar, tener una vivienda, una familia etc. Ignacio Martín Baró decía que “la salud mental es un problema de relaciones que pueden entrar en crisis en un contexto”. Un contexto central para la vida de las personas, individual, interpersonal, familiar, institucional etc. Trabajar sobre la salud mental de las personas no significa simplemente operar para reducir los síntomas, sino intentar trabajar sobre las posibilidades que las personas tienen de reproducirse socialmente. Este concepto de reproducción social está también conectado a la idea de salud mental. Reproducción social es la capacidad de vivir una vida normal con las otras personas. En cierto sentido el concepto de salud mental es un poco revolucionario porque no significa simplemente adaptar a la persona como discapacitada o enferma sino al revés, adaptar el concepto de normalidad a las personas que tienen una dificultad.

¿Cómo explicas esto a una sociedad que estigmatiza al enfermo mental?

Es un trabajo social y político porque significa trabajar socialmente para modificar el estigma. Y para permitir comprender que la diferencia en todos los sentidos es una forma de convivencia social posible y no imposible como dicen otros paradigmas. En un paradigma psiquiátrico en el sentido estricto, se parte de la base de que los que tienen problemas son enfermos y tienen que ser aislados de la vida social y curados. Pero la cura es también una forma de modificación de algo que no funciona. Al contrario, la idea de salud mental es la posibilidad de partir de lo que es la capacidad que las personas tienen para ver cómo estas capacidades pueden expresarse en la vida cotidiana. Profundizando más, el núcleo de una perspectiva médica es el individuo. El foco de una perspectiva de salud mental es la relación entre sujeto y contexto. Esto vale para usuarios de la psiquiatría clásica o también para jóvenes, mujeres, discapacitados o para otras situaciones que pertenecen a la vida social como la vida de un barrio. Un trabajo en un barrio es un trabajo sobre la salud mental porque es un trabajo sobre la salud pública, sobre la posibilidad de una convivencia y estas son cuestiones de salud mental también. Además, los problemas sociales se convierten realmente también en problemáticas psíquicas. Es decir, las problemáticas psíquicas no son problemáticas individuales en el sentido estricto, sino sociales.

Al tratar la salud mental referida a los procesos migratorios hablas de situaciones de dominación.

Hay un autor de referencia en este campo, Frantz Fanon, un psiquiatra formado en Francia y que desarrolló su trabajo en Argel. Analiza desde una perspectiva psicológica la relación que hay entre colonizador y colonizado. En este discurso está la raíz de lo que ocurre en los procesos migratorios, la paradoja de la dominación, que consiste en que quien está colonizado, simplemente para liberarse, tiene que asumir las categorías y los instrumentos de los dominadores. En ese momento se da la necesidad de cambiar algunas cosas de sí simplemente para poder liberarse. Decía Rigoberta Menchú “yo para difundir y dar a conocer al mundo el genocidio y la historia de mi pueblo en Guatemala, tuve que aprender español, que es la lengua de los conquistadores”. Este es un marco para pensar los procesos migratorios contemporáneos como algo que siempre se tiene que conectar con una historia. Muchísimas veces trabajando con colegas psicólogos y psiquiatras, la idea de la migración es algo que se enmarca en un discurso universalista que dice que todos somos iguales y vivimos los mismos procesos de crisis, de enfermedad etc. O a lo mejor, lo que se llega a aceptar es una variable cultural. Es decir, se dice que nuestra diferencia es una diferencia cultural.

¿Concebimos la cultura como una mochila que dificulta la adaptación?

Para mí enmarcar el discurso de la migración en la perspectiva de Fanon significa añadir una variable que muchas veces no se tiene en cuenta y que es muy importante, la variable política. No vale solamente la culturalista o histórica o folclorista. No hay que olvidar la variable política, porque a menudo también nuestros procesos clínicos y de curas reproducen las viejas estrategias coloniales. Por ejemplo, la psiquiatría tiene tendencia a tratar a los inmigrantes por la enfermedad que llevan, es decir, a través una categorización de las enfermedades.

¿Se supone que el emigrante desarrolla unas patologías determinadas? ¿El desarraigo por ejemplo, es inherente a la emigración?

Son todo este tipo de tonterías las que se aplican a los emigrantes y apenas se fijan en las condiciones concretas en las que se produce la emigración, como son por ejemplo, las condiciones neo-coloniales en los países de procedencia. Todo el discurso de la colonización es una forma disfrazada de neocolonialismo. Es una mistificación hablar de los problemas de los migrantes como problemas de enfermedad cultural o nomadismo psíquico, como por ejemplo el síndrome de Ulises, y por otra parte, no ver cuáles son las condiciones concretas históricas y políticas que se reproducen. Es decir, las mismas categorías psiquiátricas se convierten en instrumentos de un ocultamiento y el discurso es la reproducción del discurso colonial.

6. O sea que continuamos poniendo el foco en la persona e ignorando las condiciones y el contexto

Exactamente. Porque es más fácil y cómodo. Y esto no significa que el individuo no tenga particularidades, especificidades e historia, pero todo ello sólo se puede comprender dentro de un marco histórico, social y político y por último también cultural. Pero para mí cultura no es simplemente tradición y este tipo de cosas. Es sobre todo una historia y también una historia de dominación y de reproducción de los poderes constituidos.

¿Y cómo trasladamos esto a los menores extranjeros? Porque por un lado son adolescentes, con lo que eso significa, pero por otro lado al emigrar, están asumiendo responsabilidades de personas adultas y quizás carecen de los recursos necesarios para hacer frente a esas responsabilidades.

Las personas incorporamos esos recursos en el sistema que tenemos en la cabeza. Vemos por ejemplo, que la mayoría de los menores que llegan y que tienen el derecho a documentarse hace un buen proyecto y recorrido. La mayoría de los que reciben un buen trato de acogida, un proceso de inserción social y laboral y una documentación, siguen un proceso gradual en el que asumen responsabilidades y demuestran que tienen capacidades muy importantes y muy difíciles, sobre todo si lo comparas con los adolescentes autóctonos. Por otro lado, existen también unos chicos y chicas que tienen una problemática particular por lo que les ha ocurrido en el país de procedencia etc. y estos son casos de fragilidad particular sobre los que tenemos que intervenir con una ayuda e instrumentos específicos de inserción social. Es decir, tenemos unos chicos que ya de manera muy espontánea y natural tienen esas herramientas, están equipados para poder hacer este recorrido y por otro lado, tenemos unos chicos y chicas que presentan fragilidades y problemas y que tienen menos capacidades. Con estos tenemos que adaptar nuestros instrumentos de una manera más competente. Estos chicos más problemáticos son los que no se adaptan a las fallas del sistema. Los que están equipados pueden aceptar también cosas que no funcionan perfectamente, como por ejemplo un sistema de acogida donde no hay recursos suficientes, o no hay un cuidado particular o se quedan un poco más solos y sin ayuda etc. Como digo, los chicos “problemáticos” son los que no se adaptan a un sistema con fallas, por lo que el sistema tiene que adaptarse y reconstruirse de una forma más específica. Y una perspectiva individual es una perspectiva que dice que el problema está en los chicos, que tienen patologías psíquicas, psicopatologías, son borderline, etc. En realidad ponen de manifiesto una falla en el sistema de acogida, que los que están bien pueden aceptar. Los que no lo aceptan necesitan una acogida mejor, educadores más preparados, una estabilidad, un proyecto coherente etc. Cosas que se presuponen y que suponen una inversión mayor de nuestras sociedades en la organización.

¿Además, emigran y no se les permite fracasar, están obligados a triunfar?

Esa es la constante de todos los procesos migratorios. Por ejemplo, en la emigración italiana existen los tíos de América, como nosotros los llamábamos, que emigraron en los 50-60 a América y que tenía que mostrar el éxito. Yo mismo tenía un tío que enviaba una foto de una enorme casa donde él trabajaba como jardinero pero eso no lo decía. Dejaba que los demás entendieran que había tenido un éxito fulminante. Esa es la raíz de lo que podemos definir como psicología de la migración. El hecho de que te comprometes hacia tu contexto de origen, el cual tiene una expectativa muy elevada sobre ti y que se construye por unas representaciones que no se pueden verificar. Precisamente la característica de las representaciones sociales de la migración es que tienen un alto nivel de imaginario. Eso significa que el emigrante tiene que corresponder a esta idea. No se puede contar la realidad, que es realmente lo opuesto a lo que es la percepción del país de origen. Hay mucha gente que dice “yo cuando llamo a casa siempre he de contar las cosas buenas y nunca las malas, porque si no piensan que yo no soy capaz”. Esto produce una individualización de la responsabilidad y es vivido como un drama por los emigrantes. Realmente la presión social hacia el éxito es tal que muchas veces no corresponde a las posibilidades sociales.

¿Esta presión es mayor en un adolescente?

Digamos que es la misma en todos los casos y es una presión que condiciona, en el sentido que no permite volver con las manos vacías y sin haber correspondido un poco al menos a esta visión. Si no, quiere decir que no has sido capaz de aprovechar la oportunidad que has tenido. Esa es la problemática de este discurso. El éxito obligado funciona de esa manera; si fallo no puedo volver sin nada porque todo mi entorno, incluso mis padres pensarán que he tenido la posibilidad y no he sabido aprovecharla. Este es el drama y la verdadera mochila del emigrante, y no su cultura o tradición. La verdadera mochila es la responsabilidad que queda en relación a su contexto.

En el caso de los menores, afirmas que muchas veces les es más sencillo emigrar y cruzar el estrecho que trasladarse de un barrio a otro en una ciudad marroquí.

Existen varios tipos de migraciones de menores de Marruecos y difieren entre sí. Por un lado hay chicos que emigran y cuyos padres han pagado unos 6000 € a un pasador. Son chicos que proceden de áreas rurales.
Otra forma, es también una migración con dinero pero un poco más barata y en la que se paga un pasador que les permite cruzar en patera.
Y la tercera manera es la más conocida sobre todo en España y es la de pasar bajo un camión. Una forma autónoma y sin pagar nada. Es la más utilizada por chicos que proceden de contextos urbanos como Tánger o Casablanca. Hay chicos de contextos rurales que se marchan a las ciudades donde hay puertos como Casablanca y Tánger y que intentan cruzar de la misma manera. Esas tres formas de migración de menores suponen también diferentes procesos a nivel familiar. Habría que analizar las diferencias entre ellos. Dicho esto, el caso de los menores que viven en la periferia de las ciudades y sobre quienes hago la afirmación, se debe a que viven una situación de bloqueo social. Nosotros estamos más o menos acostumbrados a una movilidad social, al menos comparándonos a nuestros padres. En muchos de estos contextos esto es simplemente impensable. Empezando por una escuela muy clasista y donde hay una diferencia entre centros públicos y privados y sobre todo, entre privados y extranjeros. Es decir, la clase dirigente del país se forma en los institutos extranjeros y luego va al extranjero. Este factor es clave. La formación pública no tiene un nivel adaptado a los retos de la vida actual. Por lo tanto, es muy difícil acceder a través de la formación pública a los puestos de trabajo que cambian un destino social. Y esto es aún más importante en las periferias donde aún hay situaciones de chabolismo. Por ejemplo, muchos de los chicos que llegan a Italia procedentes de Casablanca, vienen de un barrio concreto de chabolas. Estos chicos cuentan que nunca han tenido zapatos y que nunca han llegado al centro de la ciudad. Para ellos es más fácil pensar que se puede ir a Europa a buscarse la vida y volver con éxito. El éxito del emigrante que hemos mencionado y que consiste en el coche, los zapatos, los pantalones, y lo demás. No pueden pensar en cómo es la vida cotidiana allí. Hoy en día consumir, en un sentido económico es un valor innegable, también para nosotros, pero nosotros lo podemos criticar porque lo podemos hacer, pero para muchos de los pobres de la tierra este es un gesto que constituye un valor, nos guste o no. Mucha gente vive las ganas de emigrar y su éxito sobre un criterio muy concreto, el del acceso a estos bienes de consumo. Por lo tanto, no vale que les digamos, “tienes unos valores concretos, valoras más el coche que a los amigos” etc. Eso es típico de la condición de los migrantes hoy. Se vive el éxito de la emigración sobre el acceso a cosas concretas y como emigrante, habrá cumplido con su misión cuando puede llegar a estos bienes de consumo. Y sólo después, empieza a construir algo para sí. Algo más concreto y verdadero.

Un adolescente es una persona que se está formando, muchas veces desorientada y necesitada de estabilidad emocional y material para desarrollarse como persona adulta. Y también necesita un referente positivo. ¿Todo esto se supone que es de lo que ellos carecen en las sociedades de llegada o no?

Hay adolescentes muy diferentes. Algunos tienen una base muy sólida, que han tenido experiencias de infancia muy sólidas y que tienen capacidades de ser responsables y crecer en un contexto difícil, como es el contexto en el extranjero. Y los hay que tienen una base mucho más insegura y que tienen muchas más dificultades. La adolescencia hay que medirla también con lo que ha pasado antes. Un adolescente está en una situación donde está creciendo y donde aún no tiene todas las herramientas para comprender lo que es el mundo etc. y lo que se tiene que construir es un contexto de protección.

¿Qué significa protección para un adolescente?

Poder guardar a la vez el vínculo con alguien que sea un referente, que es estable, y también tener poco a poco la posibilidad de experimentarse como sujeto libre, su propia libertad. Este es el reto. Eso es lo que le pasa a un adolescente que vive con su familia. Guarda el vínculo con su familia que sigue siendo muy importante y cuando mejor es el vínculo, más amplia es la posibilidad de experimentarse en un contexto práctico. Este es el reto de nuestra acogida, construir una posibilidad de vinculación sana y estable para los chicos, para que ellos puedan experimentarse en la vida social, pero siempre manteniendo un vínculo de relación que es importante. Los chicos pueden llegar a cumplir con las tareas muy complicadas de su papel migratorio si tienen esta protección. Y la protección no es un techo y una ropa, ni tampoco un centro cerrado con barrotes y candados. La protección es un vínculo, alguien que te cuide y que puede ser un referente para ti. Tú como adolescente harás tu recorrido, experimentas tu libertad con aciertos y errores. El adulto está ahí para ayudarte, en hacer mejor las cosas que corresponden a tu tarea.

¿El referente para un menor es su educador?

Claro que sí.

¿Hay alguna clave de intervención para ellos? ¿Cómo valoras el trabajo que hacen?

La clave de intervención ante todo es organizativa. La Diputación o institución encargada de la tutela debe estructurar un sistema que permita a las organizaciones que trabajan con los chicos y chicas, construir un espacio bien organizado y estable. Asumiendo la responsabilidad de los chavales que hay en el territorio. De todos.
Segundo, las organizaciones y empresas que trabajan en la acogida tienen que construir contextos competentes, es decir, donde los educadores son educadores especializados que tienen una formación y son supervisados. Desde mi experiencia, creo que el trabajo con los menores solos sin referentes familiares hoy en día es uno de los trabajos más difíciles que hacen los educadores. Eso quiere decir que no se puede dejar esa tarea a vigilantes. Y la supervisión a los educadores significa una reflexión continua sobre el trabajo que se hace y que debería llevarse a cabo por un experto psicólogo o alguien que pueda ayudar a reflexionar sobre lo que están haciendo. Todo ello en un contexto que garantice la posibilidad de trabajar bien. Salario, estructura, horarios etc. Las organizaciones en las que trabajamos deben garantizar la estabilidad para que los educadores puedan trabajar bien, en un contexto de tranquilidad también para ellos, en un sentido contractual y de organización más general. Además deben poder garantizar el ser un referente para los y las chavalas en un contexto estable. Cada uno tiene que cumplir su parte. Y el tercer nivel de responsabilidad son los educadores mismos. Deben asumir el reto que esta tarea comporta y que consiste en formación, implicación y disponibilidad a revisar su propia metodología y herramientas en cada momento, adaptándolos a la dificultad del contexto. Pero todo esto es un sistema, no se puede dejar simplemente a los educadores la responsabilidad de hacer el trabajo si la organización en la que trabaja no le garantiza las posibilidades de hacerlo, o si la institución tutelar no estructura un sistema donde esto sea posible.

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