Les queremos con nosotros y con papeles

Dicen que son un millón. Sin papeles. Es además el gobierno quien lo dice. Justo tras entrar en vigor la reforma anual de la ley de extranjería que, entre otras cosas, cierra toda posibilidad a su regularización. El mismo gobierno que sabe que esas personas no se van a ir y que es imposible expulsarlas. ¿Entonces? Porque estamos hablando de personas, no de objetos que se apilan en el contenedor de cosas inservibles.
Lo quiera o no, el gobierno está abocado a proceder a una nueva regularización de quienes están ya entre nosotros. Así ha sido en el pasado, cuando trataban de “poner el contador a cero”. Los motivos que admitía el gobierno de turno al proceder a cada regularización están presentes ahora, con más fuerza si cabe, dado el volumen de gente que la actual normativa deja fuera. Sí, siempre han dicho que esa regularización era la última. Pero también decían siempre que su enésimo intento de regulación legal era el bueno, el que iba a funcionar, el que serviría para ese concepto que tanto gusta manejar, controlar los flujos migratorios. Y claro, sobre las bases en que hoy se asientan las políticas migratorias, el fracaso está permanentemente asegurado.
Pero aunque sea evidente que esa medida se acabará adoptando, también es seguro que el gobierno se resistirá durante un tiempo a ello. Siempre ha sido así. De ahí la necesidad de movilizar a la sociedad civil para evitar que, de otro modo, haya cientos de miles de personas entre nosotros condenadas a ser “invisibles”, a soportar situaciones de privación extremas, a estar indefensas legalmente, a ser carne de explotación… y evitar que entre los nacionales de este país se admita con naturalidad la existencia de ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda, el crecimiento de la xenofobia, la defensa, en suma, de nuestros privilegios frente a quienes tienen menos que nosotros.
Son diversas, en este sentido, las iniciativas que están en marcha. Participan de ellas organizaciones solidarias de todo tipo, sindicatos, entidades ciudadanas, iglesias, partidos políticos. Se echa en falta, de todas formas, un cierto movimiento convergente de las mismas que potencie dicha reivindicación. Esperemos que también se avance en esa línea.