Integración y salud mental de los jóvenes emigrantes. Ni enfermos, ni delincuentes

Integración y salud mental de los jóvenes emigrantes
Ni enfermos, ni delincuentes

Iñaki Markez

Entre las características de la población inmigrante, una bien notoria es la confirmación de tratarse de personas con buen estado de salud. Si ya en el origen del trayecto migratorio padecen condiciones de supervivencia, atravesando el Estrecho de Gibraltar en “pateras”, el paradigma de la inmigración ilegal, cruzando fronteras y largos recorridos ocultos en camiones o bodegas de barcos en habitáculos asfixiantes, habiendo muerto más personas que en los conflictos bélicos europeos de Kosovo, o Bosnia1 . La dureza del trayecto migratorio determina una selección tal que quienes se aventuran a realizarlo son ciertamente fuertes y sanos.
Es importante profundizar en el conocimiento psicológico del hecho migratorio así como de los fenómenos psicosociales asociados al mismo. Como acontecimiento de vida, life event, la emigración es una situación de cambio, con sus ganancias y beneficios, sus tensiones y pérdidas, constituyendo el llamado “duelo psicológico” (Atxotegi, 2001). Duelo por la familia y sus familiares, por su cultura y su lengua, obligados a nuevos aprendizajes lingüísticos, duelo por la tierra, grupo étnico o por su estatus social que puede dar lugar a trastornos adaptativos (¿o habría que decir necesidad de readaptación?) que pudieran complicarse por las condiciones de precariedad, aumentando a su vez, los riesgos de accidentabilidad o de nuevos trastornos psiquiátricos.
Siempre ha existido el miedo mutuo, el temor del que llega a lugar desconocido y el temor del que recibe, no siempre de modo voluntario. Duelo como proceso de reorganización de la personalidad tras la pérdida de lo que deja en su país de origen, necesitado de reelaboración de vínculos adaptativos en su nuevo medio como base del deseado equilibrio psíquico (Bowly, 1993). Las tensiones emocionales, añoranza, vivencias pasadas, preocupaciones, tristeza, etc., son una parte esencial del aprendizaje vital necesario para la adaptación a cualquier otro medio del presente y del futuro. Pero además, yendo a las nociones tradicionales de patología psiquiátrica, las condiciones de salud de la población emigrante se ve influenciada por la falta de soporte familiar y psicosocial, la precariedad laboral e irregularidad y legal, las condiciones de vivienda y habitabilidad, problemas de discriminación racial, y las políticas de exclusión, etc, aconteciendo esto desde hace décadas. Las creencias, la mala accesibilidad a los dispositivos de salud, los estilos de vida, la carencia de medidas preventivas, los estilos de vida, los consumos inadecuados de alcohol y otras drogas, el desarraigo, etc., tienen sus repercusiones psicológicas, sin olvidar la posible inmadurez de personalidad de algunas personas jóvenes que emigran.
En los años 70 fueron realizados numerosos trabajos estudiando las tasas de trastornos psiquiátricos entre la población emigrante. El Reino Unido (Littlewood y Lipsedge, 1981; Bagley,1975; Cochrane et al, 1981) abordando sobre todo a inmigrantes de la Commonwealth, y Alemania recogiendo la inmigración procedente de Italia, España y Turquía (Häfner, 1980; Eris et al, 1988) fueron núcleos de gran atracción para grandes poblaciones foráneas. Varias revisiones de trabajos epidemiológicos y clínicos realizados en la Unión Europea se aproximan al binomio salud-emigración equiparándolo a salud-enfermedad de los emigrantes, contribuyendo de modo perverso a favorecer una percepción negativa de la emigración con agente patogénico.
Se presupone mayor morbilidad psiquiátrica entre emigrantes que se desenvuelven en un entorno de cambio y afecta a la estabilidad emocional, pero ello no siempre acontece. Existen estudios en los que es evaluada la prevalencia del trastorno al compararse con la población general (Häfner, 1980) y ello orienta a la necesidad de diferenciar entre subgrupos de emigrantes y trastornos (Haasen et als. 1998) para una adecuada investigación. Las primeras patologías psiquiátricas en población inmigrante, suelen presentar mayores frecuencias que la población local, debido a la vulnerabilidad propia de este sector y también por tratarse de personas jóvenes.
Existe mayor tendencia a la utilización de recursos hospitalarios como primera opción asistencial, siendo las tasas de hospitalización entre emigrantes muy desiguales de unos a otros lugares. La demanda de mayor estancia hospitalaria responde a las carencias del adecuado apoyo social y familiar que sí tenían en su país de origen. Parece que no existe mayor patología aunque sí mayores dificultades añadidas para su abordaje, para la intervención con estos subgrupos. Pero ¿existe una patología de la emigración? Habría que preguntarse si el emigrante está mal en su salud o es el medio social de acogida quien está enfermo.
Es importante no banalizar los trastornos equiparando el sufrimiento o la salud del nativo y el extranjero. No se ha de considerar al extranjero ajeno a los conflictos del país que le acoge. El desarraigo, la situación y vivencia sociocultural del emigrante puede afectar a su estado de salud y ser causa probable de alteraciones psicológicas y somatizaciones varias (Navarro y Morales, 2001). La migración actúa como factor de traumatización. Es un fenómeno generador de estrés aculturativo que depende en gran medida de cómo se sitúe frente a su grupo cultural de origen y hacia el grupo de acogida. Produciendo cuadros desestructurantes con elementos ligados a la evitación (de pensamiento, personas, lugares, actividades, etc, asociados al hecho traumático, o de tipo disociativa, evaluadas como cuadros de ansiedad o de depresión) y a la hiperactivación (trastornos del sueño y de la concentración, irritación, hipervigilancia). Los síndromes psicopatológicos agudos (síndromes confusionales) o crónicos (síndromes depresivos, trastornos de la personalidad, adaptativos, alcoholismo, drogodependencias) son así mismo frecuentes. La propia Organización Mundial de la Salud (2001) señalaba recientemente que los jóvenes son, sobre todo, quienes viven en la calle, quienes están más expuestos a la violencia con riesgo elevado de caer en el uso indebido de sustancias.
Son muchos los trabajos que señalan tasas de esquizofrenia más elevadas entre los emigrantes pero su diagnóstico está mediatizado por los importantes cambios en la composición de los emigrantes; por la infrautilización de los recursos sanitarios psiquiátricos para aquellos trastornos no psicóticos; por la elevada proporción de diagnósticos erróneos en las poblaciones emigrantes (Charalabaki,1995; Copeland,1968) condicionada por la distancia empática.
Alta prevalencia de síntomas depresivos y de ansiedad entre emigrantes, asociados en muchas ocasiones a síntomas de somatización, en gran medida por el rechazo a los psicofármacos, sobre todo los antidepresivos, siendo mayor el uso de antipsicóticos (Lloyd y Moodley,1992) y ansiolíticos (Charalabaki et al, 1995). En el trasfondo, la dificultad para establecer una adecuada alianza terapéutica entre pacientes y terapeutas culturalmente extraños.
La infrautilización de los recursos sanitarios está condicionando las tasas de admisión de emigrantes. El temor a una mayor estigmatización de una población ya sumamente discriminada racialmente, con importantes barreras culturales, siendo la barrera lingüística la más notoria, en absoluto favorece la accesibilidad a los recursos sanitarios. Por eso en ocasiones los emigrantes vuelven a su país tras desarrollar un trastorno psiquiátrico.
Tampoco hay que olvidar la propia situación de los servicios de atención a la salud mental, saturados, con falta de tiempo y de confianza para unas adecuadas prestaciones. Con problemas de coordinación y de organización, con mayor o menor recelo según quien realice la demanda: la persona inmigrante afectada, las autoridades, la policía, los servicios sociales de base, etc, condicionando el propio contexto de trabajo.

Emigrantes “sin hogar”

Bien es cierto que son pocos los inmigrantes jóvenes que están en la calle, que carecen de un techo donde cobijarse, gracias a las redes de apoyo constituidas por familiares, amistades, asociaciones de inmigrantes o sus iguales, otros inmigrantes que anteriormente estuvieron en su situación. No obstante, sus dificultades administrativas, económicas y la carencia de elementales derechos y prestaciones les hacen víctimas de una realidad que les degrada, margina y rechaza. O les considera un problema de estética social e institucional. De casi 500.000 personas “sin hogar” que hay en España, un 10% son transeúntes, viviendo el resto en chabolas, portales, casetas o en una esquina cualquiera de la calle. De ellos, un buen número son emigrantes.
Es un colectivo que necesita comunicarse, aprender, ser orientado, capacitarse laboralmente. Necesita reducir su elevada vulnerabilidad y evitar las tendencias a la automarginación porque entonces su salud es más fácil que se vea afectada por la frustración, las patologías asociadas de tipo psicosomático.
Son conocidas sus formas de subsistencia: unos pocos logran ocupaciones o algún trabajo remunerado en sectores poco apreciados por la población local (construcción, trabajo doméstico, recogida de ciertas cosechas,…) pero muchos viven de la beneficencia, de la venta ambulante y algunos del pequeño comercio con drogas ilícitas. Desde distintos organismos se opina que el número de quienes se dedican a ese comercio menor con drogas en estos últimos años ha ido en aumento, y con ellos también el número de consumidores y drogodependientes de opiáceos. No olvidemos que las dificultades sociales, económicas y legales en las que se encuentran estos extranjeros son la base de este fenómeno (Solé, 1996). Ocurre además que una vez enganchados en la dependencia y en el tráfico, aunque pueda ser para favorecer su propio consumo, las complicaciones judiciales y sanitarias son mayores para los extranjeros, por tener menor apoyo social y estar indocumentados en muchas ocasiones (Esteban y Díaz,1997).
Recientemente y al objeto de conocer el perfil de los emigrantes sin hogar en Bilbao se ha iniciado una investigación entrevistando a usuarios de dos dispositivos: el centro de noche Hontza de atención a drogodependientes sin hogar regido por Cáritas y el centro de atención para emigrantes, en su programa para cuarto mundo que Médicos del Mundo dinamiza desde hace ya cinco años. Fueron encuestadas 25 personas de ambos centros, y en el pretest, siguiendo la metodología utilizada en otro proyecto similar multicéntrico europeo, coordinado por la asociación “Prevention–Santé” (Romero y otros, 2002). Los problemas de salud relativos a la falta de higiene, mala nutrición, uso de drogas, alcoholismo, hepatitis B y C, trastornos de angustia y depresión fueron los más frecuentes. Sus demandas son: mayor información sobre posibles trabajos y trámites legales, garantizar vivienda o un techo, poder comer, atención sanitaria, poder lavarse y tener ropa limpia, atención psicológica, que les garantice la metadona, ayuda para drogarse menos, etc. Quizá problemas de salud y demandas previsibles, por ser tan elementales y al mismo tiempo tan alejadas de la alarma social promovida desde el entorno Aznar.

¿Qué hacer desde la salud mental?

La atención sociosanitaria general, que hasta fecha reciente sólo cubría a quienes tenían permiso de residencia así como a todos los menores, fuera cual fuera su situación administrativa, en la actualidad la Sanidad Pública ofrece atención universal a toda la población emigrante que lo demande. No obstante las trabas en los registros y empadronamientos, la falta de habilitación de recursos necesarios (Llácer y otros,2001), los temores a la detención, expulsión o traslado a su país de origen son un freno para el normal ejercicio del derecho a la salud. Mientras no existió esta opción, e incluso en la actualidad, algunas ONGs han paliado estas carencias: Médicos del Mundo, Cáritas, Cruz Roja,…
Médicos del Mundo, como ONG que conozco, desarrolla desde 1994 una importante actividad a través de los Centros de Atención SocioSanitaria a Inmigrantes en varias ciudades del Estado español (Madrid, Valencia, Sevilla, Murcia,…), aliviando algunas carencias de los inmigrantes sin recursos, cuya situación administrativa les impedía el acceso a la Sanidad Pública. En su Informe sobre el año 2001 se señalaba la atención a más de ocho mil inmigrantes. En el centro que Médicos del Mundo tiene en Bilbao, inaugurado en 1997, un puñado de profesionales de la salud voluntarios ofrece una parte de su tiempo a actividades sociosanitarias. Con cifras más modestas, éstas alcanzaban los 2.500 inmigrantes atendidos hasta el 31/12/2001, el 46,2% mujeres. Las consultas producidas por patologías psiquiátricas suponen el 10,5% de las atenciones.
Entre profesionales de la atención primaria y de la salud mental se viene debatiendo acerca de la necesidad de equipos específicos para atender a estos sectores de la población. El importante volumen de trastornos mentales en una ya importante población afectada, numéricamente y además creciente, con sus muchas especificidades podrían ser mejor atendidas mediante los referidos equipos específicos, como ya existen en otras redes y experiencias europeas para estos y otros grupos (exiliados, afectados por la tortura, violaciones, malos tratos, excarcelados, etc) con muy interesantes resultados terapéuticos.
También es cierto que, en aras a una efectiva integración, estas personas afectadas pudieran y debieran ser atendidas en las redes habituales de atención a la salud mental.

Requerimientos

Para llevar adelante una adecuada atención son precisos algunos requerimientos:

- Es necesario un mayor esfuerzo desde los gestores y los responsables políticos por comprender esta problemática y disponer de voluntad política para que las administraciones públicas se comprometan a resolver las actuales dificultades, incluido el acceso universalizado a la sanidad pública como cualquier otra persona.

- Para un mayor y mejor conocimiento de la realidad es necesario impulsar estudios y análisis centrados en la salud de los inmigrantes (Esteban y otras,1997) que contemplen los aspectos epidemiológicos, clínicos y socioculturales. Incluyendo la actualización y registro de la población migrante real y la mejora de las fuentes de información sanitarias.

- Es urgente reconocer el papel social de los profesionales y también es necesario formar profesionales de la salud mental capacitados en los factores culturales de los grupos humanos a atender. Se trata de favorecer la empatía con el extranjero. Ello requiere la formación en la interculturalidad, con el fomento de mayores niveles de consciencia sobre la diversidad cultural y la preparación con recursos cognitivos necesarios para percibir y analizar las desigualdades sociales, realizar propuestas de trasformación, comprender dinámicas de cambio, posicionarse críticamente en la intervención social, etc.

- Dar importancia a organizar la atención a la salud (mental) de la población emigrante, protocolizando cualquier proceso del recorrido asistencial, propiciando la accesibilidad con recursos hoy inhabituales (Personal traductor, trabajadores sociales,…)

- Es preciso fomentar el apoyo psicosocial por su efecto protector ante posibles estresantes vitales, favoreciendo la participación y acercamiento de las redes sociales. Mayor soporte social y familiar significa menor incidencia sintomatológica.

- Favorecer la coordinación de los actuales recursos públicos, generando también dispositivos específicos, algunos de baja exigencia en sus reglamentos, adecuando servicios sanitarios a la nueva situación, reivindicando estrategias de salud integradoras, cubriendo las carencias de acceso a la salud, vivienda, ocupación laboral, formación, etc.

- Habrá que promover acciones de sensibilización y difusión de la realidad sanitaria de los inmigrantes junto a intervenciones de promoción de la salud a través de los agentes de salud y agentes sociales habituales, propiciando la participación de éstos. Sensibilización social que pretenda generar actitudes positivas entre los trabajadores/as de la salud y también en el entorno social.

Los cambios de actitudes son una urgente necesidad. Caminar en definitiva, hacia el mestizaje de “nosotros” con “ellos”, un después pendiente pero ineludible, con políticas de intervención abiertas, de integración y de acogida, construyendo mecanismos de igualdad en este marco social dominado por la diversidad.
La idiosincrasia por la diferente procedencia no ha de tornarse en odiosincrasia por la persona distinta. La población emigrante no trae la confrontación y una competitividad que no desea. Sí desea mejores condiciones de vida que las que padecía en su país de origen, y acude con un bagaje de vivencias, recuerdos, estilos de vida, paisajes, estéticas, etc., diferentes sí, pero también compatibles y enriquecedores. Si nuestra mirada fuera diferente el enriquecimiento mutuo sería posible.
Mientras existan barreras en los servicios de salud se estará vulnerando la equidad. Claro que lo que es preciso en el medio sanitario también lo es en las instituciones públicas, en las organizaciones sociales y en la ciudadanía en su conjunto.

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