¿David frente a Goliat? La democracia frente al mercado

El marco del X Festival de Derechos humanos

El clima de recortes devastando servicios públicos y la perspectiva fantasmal, financieramente agónica, que por doquier dominaba las instituciones autonómicas y municipales no auguraban una presentación exigente y digna del 10 aniversario del Festival de Cine y Derechos Humanos.

Quizás el aspecto más clarificador de esta catastrófica crisis sea el lugar o la primacía que la decisión adoptada por los dos grandes partidos españoles con nocturnidad y excesivo apresuramiento, atribuye al pago de la deuda pública: se sitúa constitucionalmente como la obligación a la que debe supeditarse cualquier otro objetivo. Textualmente la reforma del art. 135 de la Constitución española en su párrafo tercero ordena: “Los créditos para satisfacer los intereses y el capital de la deuda pública de las Administraciones se entenderán siempre incluidos en el estado de gastos de sus presupuestos y su pago gozará de prioridad absoluta”.

Desde esa perspectiva, eran previsibles tanto la ruta y, la urgencia de la “política de austeridad” como la parcialidad de su aplicación.

Para la inmensa mayoría de la sociedad incremento del paro, de las familias empobrecidas, de los recortes impenitentes en servicios sociales –sanidad, educación,…-, dolorosa pérdida de derechos ciudadanos y crecimiento paralelo del miedo al futuro incontrolable. Por otra parte Bankia refleja por sí sola la disposición sumisa de los poderes públicos a suministrar el dinero preciso para rellenar el agujero voraz, insaciable, desconocido al parecer incluso para las autoridades responsables de su control, que una gestión ineficiente, llena de sombras y de sospechas, venía provocando.

Es imposible intentar una radiografía de una crisis que afecta de forma tan demoledora a diversos aspectos e instituciones de la economía, la política y la organización social. Tengo la impresión sin embargo de que han conseguido en buena media una lectura inteligente de las claves que describen la naturaleza y los procedimientos, el horror del monstruo. Y ello merecería una muy buena nota.

La respuesta del público, tanto en número como en participación, puede ser una medida de que la programación ofrecida en este 10 Festival de Cine y DD. HH. ha tenido una notable acogida.

Los mercados diezman la democracia: Valores o derechos degradados a la condición de mercancías.

La programación del primer día puedo verla hoy, a toro pasado, como una introducción iniciática que centra la mirada en los ejes claves de toda dominación.

El breve documental “The men with water fear.” Selim Akgul, Turquía. 2011, es una pequeña obra de arte que, en pocos minutos y sin una palabra, nos desvela las razones y los efectos degradantes que de ella derivan.

El río de aguas poco profundas transcurre lento y tranquilo ante nosotros. Y en la orilla opuesta al espectador un niño arrastra penosamente una piedra hasta su casa. La cámara se mueve lenta, tranquila, minuciosa, pintándonos la pobreza y desnudez de la vivienda hasta detenerse en la terracita exterior donde dormita cansado el padre del niño. Un silbido, como de corneta de órdenes, despierta al padre que, como impelido por un resorte, se acerca al río donde le esperan cuatro oficiales de un ejército posiblemente extranjero.

El niño contempla la acción. Hay dolor en la humillación de ver a diario que su padre debe cargar en hombros a cada uno de los cuatro soldados, en el debido orden jerárquico, y ayudarles así a cruzar el río sobre sus espaldas. Una mañana encontramos al niño metido en el río buscando piedras que remueve del fondo.

Al día siguiente se repite la llamada y cuando el padre acude al río comprueba que el niño había formado con las piedras del río una pasarela que permitía atravesarlo a pie enjuto. El jefe del grupo de soldados condena airadamente la solución y obliga al padre a desmontar la pasarela y volver al viejo orden: pasar a hombros a los cuatro oficiales, en el orden repetido de sus respectivas jerarquías.

Y en “L’ordre et la morale” , Mathieu Kassovitz, 2011, Francia, encontramos la réplica explicitada de cada una de esas claves.

A un lado de nuestro simbólico río encontramos a Francia, una de las grandes potencias europeas en vísperas de unas elecciones en las que Chirac y Miterrand disputan la presidencia de la República y en la otra orilla Nueva Caledonia, conjunto de pequeñas islas en medio del Pacífico, a unos 1.500 kms de Australia, que Francia había sometido militarmente y convertido en colonia tiempo atrás. Durante largo tiempo el pueblo canaco parecía, visto desde los centros de poder de Paris, sosegado, tranquilo, tal vez satisfecho o adormecido por la condición de ciudadanos que la metrópoli había concedido los hasta ayer ignotos canacos.

Esta visión explosiona apenas llega a Paris la noticia de que un grupo independentista ha asaltado un cuartel de la guarnición francesa, ha retenido a 30 gendarmes y ha matado a cuatro militares franceses.

La reacción del poder francés es inmediata: Francia no puede soportar que su honor y la seguridad de sus fuerzas militares sean puestas en peligro, varios agentes muertos y otros retenidos por un puñado de terroristas que buscan alterar la paz y el orden establecido.

E instrumenta rápidamente dos tipos de respuesta. Una, publicitada con intención de que sea acogida por la opinión pública, encomienda a un grupo de la Gendarmería, experto en resolución de conflictos sobre la base del respeto a los derechos democráticos de ciudadanía y de la búsqueda del acuerdo posible entre partes. Y la segunda, en secreto riguroso que la Gendarmería incluso ignora, encomienda al ejército la solución pronta del conflicto utilizando todos los medios necesarios que se estimen adecuados en las solución de un conflicto militar.

La primera nos permitirá descubrir la cara oculta del conflicto: qué es el pueblo canaco, cuales son en realidad sus problemas y qué piensan de su condición de ciudadanos franceses y muy en concreto qué buscan en el enfrentamiento actual con el poder francés, por qué han llegado al enfrentamiento armado y su disposición de llegar a un acuerdo pacífico con la metrópoli si se respetan las líneas rojas que definen sus valores fundamentales.

Uno de los momentos más lúcidos en “L’ordre et la morale” es la proclama en la que el líder rebelde denuncia las vejaciones sufridas por el pueblo canaco. Creo reproducir fielmente su pensamiento; lamento sin embargo no poder garantizar la reproducción literal: “El interés de Francia por nuestro pueblo ha sido asegurarse el control y la explotación de nuestro níquel. Controlado ya el objetivo. ha envenenado nuestra sangre con la idolatría del dinero que les permitía comprar a cambio de unos réditos contables los valores más sagrados y relevantes de nuestro ser cultural y social” .

Desde ahí, si Francia hubiera concedido credibilidad al testimonio del dirigente rebelde confirmado por la Gendarmería y el tiempo mínimo imprescindible para garantizar la aceptación de sus exigencias, se hubiera creado sin problemas una pasarela –el acuerdo de paz y el futuro de una convivencia respetuosa- acorde con los intereses reales de ambos bandos-.

Pero las urgencias del poder francés y su incapacidad de aceptar la revisión de sus errores en la gestión de la colonia justificarán el final del conflicto: la pasarela será desmontada manu militari sobre la base de cimentar el orden enla mentira, la traición –“aquí todos hemos sido traicionados” lamentará el jefe de la Gendarmería- y el horror.

La libertad de expresión en peligro.

“Esto no es una película” , Jafr Panahi, Majtaba Mitahmash, Irán, 2011, nos desvela la opresión que sufre hoy en Irán la información que cuestiona al poder absolutista de los ayatolas y de su gobierno y la mezcla de habilidad y riesgo que deben asumir dos directores para burlar la censura estatal.

La proclamación del derecho a la libertad de opinión y de expresión constituye una de las claves de cualquier democracia, pero no garantiza que los poderes democráticos, por contradictorio que ello sea, no caigan en la tentación de coartar o condicionar ese derecho fundamental, con técnicas -¡qué menos!- novedosas y muy depuradas a veces de encubrimiento, desinformación. censura o silencio del informador si el resto de instrumentos se revela insuficiente en la defensa de sus intereses.

El cartel anunciador- un montón de folios en blanco y preventivamente encadenados- es una lúcida expresión de la necesidad permanente de una denuncia rotunda de cualquier intento de anular la expresión del pensamiento libre y cabría quizás entenderlo, por extensión, como la disposición de los responsables de enfrentar sin desmayo el coro de amenazas de tan pésimo entorno. 

“Los ojos de la guerra” , Roberto Lozano Bruno, España, 2011, es un documental, lúcido, apoyado en una información directa, contrastada, que retrata con minuciosidad el trabajo de cinco free-lance por trasmitirnos fielmente varios escenarios de guerra –los Balkanes, Afganistan, Congo-Ruanda, Kenia, e Irak- pese a las enormes dificultades y riesgos que hubieron de afrontar para poder hacerlo.

El revés de esa trama documental lo forma el tejido de curtidos periodistas que ofrecen su reflexión sobre el momento de la libertad de expresión en el mundo moderno. De forma directa y muy explícita Rosa María Calaf denuncia el peligro gravísimo que significa la transformación de la información en mercancía: un valor primordial en la construcción y el mantenimiento de la democracia instrumentalizado como opción de negocio para las grandes empresas y los grupos de poder que pueden administrarla o difundirla a su antojo o convertirla en publicidad al servicio de una audiencia.

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