Herramientas para trabajar las buenas prácticas informativas

El reconocimiento de la libertad de información es un presupuesto básico en la estructuración de nuestras sociedades. Y, en lo relativo a los medios de comunicación, tiene como contrapartida la existencia de unas normas de comportamiento que garanticen una información veraz. De ahí la propuestas de códigos éticos y organismos reguladores. Pero esa arquitectura mediática, con ser necesaria, es insuficiente como se pone de manifiesto en los numerosos trabajos que muestran que los medios presentan a la inmigración, en última instancia, como una amenaza. Esto pone de manifiesto la debilidad del entramado de intereses “alternativos”, esto es, de los esfuerzos que en este terreno se desarrollan desde el mundo asociativo y desde el mundo académico. Es necesario avanzar en la creación de redes que multipliquen las sinergias de dichos sectores y que busquen la participación y la complicidad de los numerosos profesionales dispuestos a un periodismo de calidad. Para ello hace falta, en primer lugar, ver su necesidad y, a continuación, construir herramientas que nos permitan avanzar en ese terreno. Desde Mugak hemos elaborado con esa finalidad varias herramientas, a saber, la Revista Diaria, la Base de Datos de Prensa y la Agenda de la Diversidad.

¿Se puede aspirar a que los medios de comunicación jueguen un papel activo –y positivo- de cara a la participación en nuestra sociedad de las personas llegadas de otros países de cara a lograr su pertenencia ciudadana a una sociedad civil única y común? Los hechos nos deberían llevar a ser, cuando menos, escépticos.

A diferencia de hace una decena de años, cuando la presencia migratoria en España era mucho menor y quienes prestábamos atención a la forma en que dicha presencia era presentada en los medios de comunicación éramos una rara avis, hoy ya contamos con un significativo número de estudios al respecto. Y las conclusiones son bastante unánimes: los medios de comunicación presentan la inmigración, en última instancia, como una amenaza. Cierto, casi nunca de forma explícita, pero es a lo que conducen el sesgo parcial, prejuiciado y selectivo de la mirada mediática así como las técnicas de presentación y el lenguaje utilizado.

Si ésta es la conclusión a la que llegan dichas investigaciones, muchas de ellas financiadas por las propias instituciones, cabría pensar que se estén poniendo en marcha las medidas correctoras necesarias para cambiar dicho panorama. Y hay que decir que estamos muy lejos de tal supuesto. No faltan, ciertamente, Encuentros, Seminarios, Jornadas en las que se aborden estas conclusiones, e incluso propuestas de Códigos éticos, organismos reguladores y otras propuestas que se mueven en este terreno. Y, sin embargo, el panorama no es como para echar cohetes. Entonces ¿qué falla?

Un discurso político esquizofrénico

La opinión pública se ve sometida a un discurso político que podríamos llamar esquizofrénico. Por un lado, asistimos a la proclama de los Derechos Humanos como pilar clave de la organización de los estados de derecho en los que vivimos, a la universalidad de los mismos, a la consideración de la inmigración como algo necesario para el sostenimiento económico de nuestras sociedades, a la riqueza de una sociedad multicultural, al rechazo del racismo y la xenofobia… En suma, al discurso políticamente correcto.

Por otro, se monta todo un entramado legislativo y reglamentario por el que cientos de miles de personas (varios millones si hacemos referencia a la UE) que conviven con nosotros, son condenadas a vivir en los márgenes por no disponer del correspondiente permiso administrativo, razón suficiente para que puedan ser sujetos de una arbitrariedad del calibre de la reciente Directiva de la vergüenza, aprobada por el Parlamento Europeo y gracias a la cual podrán ser encerradas y privadas de derechos, por un período de hasta dieciocho meses, personas que no han cometido delito alguno, menores incluidos. Se invierten cantidades ingentes en un objetivo que se sabe imposible, hacer infranqueables las fronteras de la UE, pero que tienen como resultado inmediato haber convertido el Mediterráneo y las costas africanas cercanas a las islas Canarias en una inmensa fosa común. E incluso, se alienta directamente el racismo y la xenofobia desde los propios gobiernos, como el italiano, con la aprobación de medidas xenófobas contra la comunidad gitana o contra los nacionales de otros Estados de la UE.

En nuestro país hemos asistido, en la última confrontación electoral, a la utilización de la inmigración como munición política para obtener réditos electorales. Y, en esa perspectiva, ya se sabe quién sale perdiendo, los derechos de las personas escogidas como chivos expiatorios de situaciones a las que son completamente ajenas.

Si las instituciones gubernamentales e incluso parlamentarias ven compatibles semejantes discursos, difícilmente los medios de comunicación se van a sustraer a dicha contradicción. Esta tendencia no ha hecho sino empeorar en los últimos años, y condiciona radicalmente la cuestión que aquí abordamos.

Un panorama mediático desalentador

Si el periodismo es producto de los profesionales, hombres y mujeres, que a él se dedican, una mirada a las condiciones de trabajo puede explicar muchas de sus carencias. La inmediatez de su producción periodística hace que, en la mayoría de ocasiones, no dispongan de tiempo para reflexionar o revisar lo que han de entregar, de inmediato, en la redacción. La falta de especialización lleva a tener que cubrir una variedad inabarcable de temas, sobre los que es imposible tener un conocimiento más o menos fundado. La precariedad de muchos de los puestos de trabajo impide asentar un trabajo con criterios propios y sitúa al profesional pendiente de lo que se supone que desea el medio que lo ha contratado. La ausencia prácticamente total de periodistas de minorías en los medios de comunicación de referencia refuerza esa mirada parcial hacia colectivos a los que se sigue llegando desde la exterioridad.

Éstos no son sino algunos de los condicionantes que están presentes en el hecho comunicativo y que han de ser tenidos en cuenta para una comprensión cabal del resultado de su trabajo. Lozano (2007, 17), ampliando el angular e ilustrando sobre la sociología de la producción de noticias, nos habla de condicionantes individuales de los profesionales que confeccionan la noticia (sexo, edad, clase social, educación, valores personales, actitudes políticas y orientaciones religiosas), rutinas de trabajo y condicionantes organizacionales (la estructura de las organizaciones de medios, la forma en que se ejerce la autoridad dentro de ellas, sus objetivos, sus políticas y sus mercados).

Así las cosas, estamos lejos de una de las finalidades mediadoras que se les supone a los medios. Bañón (2007: 14) habla del papel relevante que juegan los medios en los ámbitos de la mediación intercultural en tanto que debieran desempeñar una labor educativa y educadora en las interrelaciones sociales, al tiempo que reconoce que el interés de los medios por el conflicto, dado que éste vende, les lleva a optar por él, e incluso a avivarlo, cuando han de elegir campo.

Además, si la inmigración se ha convertido en munición política, es fácil deducir que las líneas básicas de cada medio, la selección de portadas, temas y titulares respondan a criterios fijados por la dirección de los mismos. Un ejemplo lo podemos ver en el juego que dan las imágenes de pateras y cayucos, con las dosis necesarias de dramatismo, espectacularidad, miserabilidad y peligro. La inversión de responsabilidades que se opera en el enfoque de estas noticias lleva a convertir a las víctimas en una potencial amenaza para nuestro bienestar, de ahí que sea tan importante contar cuántos llegan y destacar su masividad, el desbordamiento de los recursos dispuestos para atenderles, el lenguaje y medios militares empleados para atajar su llegada, la atribución de la responsabilidad a (supuestas o reales) mafias, nuestro carácter (y el de las fuerzas policiales) “salvador” al “acogerles”, aunque sea para expulsarles a continuación, agravando aún más su dramática situación… El tratamiento mediático de estas noticias, que son ya un clásico en materia de información, refuerzan buena parte de los prejuicios existentes, utilizan un lenguaje estereotipado y sólo marginalmente se abordan yendo a sus causas y recurriendo como fuentes a sus protagonistas.

Esta presentación mediática de los hechos migratorios refuerza en la opinión pública la tendencia a culpabilizar a las víctimas al plantear que los problemas de racismo y discriminación vienen de la mano de la creciente presencia de personas inmigrantes, obviando, por ejemplo, el arraigado racismo y discriminación practicados en nuestra sociedad sobre el pueblo gitano. El seguimiento de los discursos dominantes en la opinión pública es obligado para entender las formas actuales que adoptan las ideas racistas, xenófobas y discriminatorias, que pocas veces se presentan como tales. En las ocasiones en que estas formulaciones, abiertamente discriminatorias, aparecen sin eufemismos y adquieren un respaldo significativo (Francia, Italia, Suiza, Austria…) muestran lo asentadas que están en la sociedad ideas sencillas y básicas que se sitúan en su origen. Y es la razón por la que esos discursos, convenientemente limados de sus aristas más impresentables, han sido asumidos por los partidos mayoritarios, conscientes de afianzar así su influencia en sectores populares proclives a encontrar en la inmigración ese chivo expiatoria “externo” a las dificultades por las que atraviesan.

Y, ciertamente, hoy es la inmigración quien concentra el grueso de discursos que vienen a legitimar la estructuración de nuestras sociedades con la exclusión del “otro”. Dado que estas prácticas y discursos coexisten con el discurso de DDHH es más necesario que nunca deconstruir los mismos, y remarcar la gran responsabilidad de la clase política a la hora de elaborar y legitimar estos discursos. Claro que ya vemos que, en el mundo de la política, el consenso en el terreno de la inmigración es bastante grande: es donde se plantean los grandes acuerdos y pactos de estado. Resulta significativo que, en el ámbito europeo, el primer acuerdo en el que se ha recurrido a la fórmula de la codecisión, esto es, a hacer al Parlamento Europeo copartícipe de una medida legislativa haya sido en el terreno migratorio con la aprobación de la llamada Directiva de la vergüenza que organiza el procedimiento de encierro y expulsión de las personas que no tienen residencia legal.

Son dos los ejes sobre los que se asienta el discurso: priman “nuestros” intereses (la única inmigración aceptable es la que sea beneficiosa para nuestros países: sea en cuanto al número, en la medida en que cubran puestos de trabajo no deseados, en la medida en que aumenten el índice de natalidad, en la medida en que acepten nuestras pautas culturales, etc. etc.) y el que las medidas que se establezcan estén amparadas por la ley (que se supone que les da el marchamo de justas). Eso sí, aunque el interés exclusivo es el nuestro, suele trufarse el discurso de que se hace, también, por su interés. Aunque parezca cínico, es la esencia de los discursos políticos actuales: no queremos que estén aquí en situación irregular (aunque si lo están es porque la Administración no quiere darles el permiso que acabaría con esa situación) porque son sobreexplotados (curiosamente, en la inmensa mayoría de casos, por empresarios autóctonos), los expulsamos a sus países de origen (o, peor todavía, a países intermedios) pero decimos que los liberamos de las mafias (aunque acaben doblemente explotados por las mismas, en ese caso), les empujamos en un proceso de asimilación a que abandonen el grueso de sus prácticas culturales con el discurso de no crear guetos, decimos que queremos una inmigración ordenada pero cerramos las posibilidades de venir con el correspondiente visado, decimos que lo importante es el desarrollo de sus países, pero impulsamos unas relaciones cada vez más desiguales… Pero eso sí, nada de todo esto tiene que ver con una posición racista. Cuando es, precisamente, este conjunto de discursos lo que ha convertido, en la opinión pública, a la inmigración como uno de los principales problemas que refleja la gente en las encuestas.

Libertad de expresión, autorregulación y organismos de control

Así las cosas, lo lógico es preguntarse por qué no hay una intervención pública que trate de fijar unas reglas de juego. Cómo es posible que España sea el único país de la UE que no cuenta con un Consejo Audiovisual, que es hoy en día uno de los requisitos que se exigen a los países candidatos a entrar en la UE. Y es aquí donde topamos con los intereses de los grupos de presión detentadores de grandes cotas de poder mediático, atrincherados tras la bandera de la libertad de expresión y de la libertad de empresa.

Eso sí, las grandes proclamas dirigidas a defender el derecho de expresión frente a la ingerencia externa son papel mojado cuando de repartir licencias audiovisuales se trata, o de participar de las subvenciones abiertas o encubiertas, del reparto de la tarta publicitaria, o de tantos otros mecanismos que condicionan drásticamente el panorama de la libertad de expresión en lo que a los medios de comunicación respecta. Las diversas élites detentadoras de poder mediático tienen un doble discurso: ha de respetarse su libertad como expresión de un derecho fundamental pero cuando de impulsar ese derecho fundamental a la participación de la sociedad se trata, entonces arguyen que son una empresa privada y sólo a ellos compete su orientación.

Para la cuestión abordada en estas páginas, resultan de interés las reflexiones de Cortina (2004: 21) para quien la libertad de expresión ha de considerarse no sólo de cara los profesionales de los medios sino de cara a los ciudadanos, que han de poder expresar en ellos su opinión ya que sentirse ciudadano en una sociedad exige, entre otras cosas, saberse reconocido en ella y mal pueden sentirse reconocidos como ciudadanos aquellos que jamás tienen la posibilidad de dar a conocer públicamente su juicio razonado ni de expresar qué es lo que en verdad les importa. El reconocimiento de la libertad de información es un presupuesto básico en la estructuración de nuestras sociedades. Y, en lo relativo a los medios de comunicación, tiene como contrapartida la existencia de unas normas de comportamiento que garanticen una información veraz. Es ahí donde encajan los códigos éticos de la profesión y los libros de estilo de las empresas mediáticas de cara a cumplir con su función social.
Ahora bien, Victoria Camps (2004: 238) llama la atención sobre el hecho de que los Códigos de autorregulación están más cerca de la ética que del derecho por lo que su mayor problema es su escasa efectividad; de ahí que postule la necesidad de mecanismos de supervisión y control que, por una vía menos coactiva que la del derecho, obliguen a su cumplimiento. Dichos mecanismos, cuando forman parte de la administración pública, reciben el nombre de autoridades reguladoras o autoridades independientes.

En el estado español ha sido, y sigue siendo, Catalunya el lugar donde ambos mecanismos han conseguido echar raíces. En 1996 la Comisión de Periodismo Solidario del Colegio de Periodistas de Cataluña publicó un Manual de estilo periodístico sobre el tratamiento de las minorías étnicas, abriendo así un surco por el que han transitado un significativo número de intentos análogos posteriores. En 2000 se pone en pie el Consejo Audiovisual de Cataluña que supone un serio intento de abordar esta cuestión con un razonable grado de independencia. A su labor se debe un documentado trabajo sobre el tratamiento informativo referido a las migraciones que contiene propuestas y recomendaciones dirigidas a las autoridades, empresas periodísticas y profesionales. Recientemente se han incorporado los Consejos Audiovisuales en Navarra y en Andalucía, en tanto que el Consejo Estatal del Audiovisual lleva años empantanado y sometido al fuego cruzado de los muchos intereses económicos y políticos en presencia.

Ausencia de un trabajo en red

Entonces, ¿la escasa efectividad de los códigos éticos, e incluso de los Consejos del Audiovisual existentes, hay que atribuirla, fundamentalmente, a la inexistencia de un organismo regulador con capacidad sancionadora? Me temo que el problema es más básico. Creo que lo que se pone de manifiesto es la debilidad del entramado de intereses “alternativos”. Con ello me estoy refiriendo a los esfuerzos que en este terreno se desarrollan, por una parte, desde el mundo asociativo y por otra, desde el mundo académico.

El mundo asociativo viene abordando estas cuestiones de manera muy desigual. En general, los recursos humanos y materiales destinados a levantar iniciativas que incidan en los medios de comunicación vienen siendo escasos y desperdigados. Nos encontramos, también aquí, con la precariedad de medios que decimos afecta a los profesionales de la comunicación. Pero si este factor no puede eximir a la clase periodística de cumplir cabalmente con su labor profesional, tampoco puede justificar a quienes más interesados están en conseguir cambios sustanciales en esta cuestión. La persistencia, a lo largo de los años, en esta situación transforma una explicación en una excusa.

El mundo académico es quien, paradójicamente, más ha hecho notar su presencia en los últimos cinco años. Los discursos mediáticos están siendo sometidos a un exhaustivo análisis por parte de un creciente número de investigadores que avanzan, a su vez, propuestas de orientación que, de llevarse adelante, supondrían una mejora cualitativa. Pero este trabajo investigador, puede obtener resultados también muy poco relevantes si no se interrelaciona con el movimiento asociativo que debiera ser el primer interesado en aprovecharlo. Corre, en ese supuesto, el peligro de ver utilizados sus trabajos como mero barniz de políticas institucionales o profesionales, interesadas tan sólo en cubrir ese flanco de crítica, sin ir más allá.

Es pues, totalmente necesario, avanzar en la creación de redes que multipliquen las sinergias de los sectores señalados y que busquen la participación y la complicidad de los numerosos profesionales dispuestos a un periodismo de calidad.

Entiendo que el hecho de que Cataluña tenga un camino andado muy por delante del resto de territorios tiene bastante que ver con esto que apunto. Se trata de dar un impulso a la creación de una especie de lobby que presione en varias direcciones y haga sentir su peso tanto de cara a la Administración como a las empresas de comunicación. Para ello hace falta, en primer lugar, ver su necesidad y, a continuación, construir herramientas que nos permitan avanzar en ese terreno.

Herramientas para trabajar las buenas prácticas informativas

Como el camino se demuestra andando, y puesto que una empresa de este calado precisa de todas las iniciativas posibles, hemos elaborado, desde Mugak, varias herramientas con esa finalidad: la Revista Diaria y Base de Datos de Prensa y la Agenda de la Diversidad.

La Revista Diaria de Prensa consiste en un envío diario, por Internet, de los contenidos informativos relacionados con la inmigración y las minorías publicados en 23 periódicos de todo el Estado. La selección de los diarios incluye los principales de alcance estatal (El País, El Mundo, ABC, La Razón, Público), y los que son referentes en diversas comunidades autónomas: Catalunya (El Periódico de Cataluña, La Vanguardia, Avui), Canarias (El Día, Canarias 7), Andalucía (Sur), País Valenciá (Las Provincias), Euskadi (El Correo, Diario Vasco, Gara, Deia, Berria, Diario de Noticias de Gipuzkoa, Diario de Noticias de Alava), Navarra (Diario de Navarra, Diario de Noticias), Región Murciana (La Verdad) y Galicia (La Voz de Galicia) de modo que abarque el grueso de lo publicado en la prensa diaria. La suscripción a este servicio es gratuita y el envío se efectúa todos los días a media mañana.

Desde que en 2003 iniciamos este servicio hemos comprobado que el grado de utilidad del mismo es elevado para buena parte de los miles de suscriptores. Pero no sólo en cuanto a número de usuarios y usuarias sino por su versatilidad. Nos escriben activistas de los movimientos sociales que acceden de un vistazo a un conjunto de noticias y opiniones que les permiten recabar datos y recopilar materiales para su actividad militante. Nos contactan desde programas radiofónicos a quienes suministramos la materia prima para su espacio diario. Trabajadoras del mundo asociativo nos agradecen que les ahorremos un par de horas de trabajo diario en una actividad que, normalmente, hacían por su cuenta y con resultado mucho menos relevante, y que les permite hacer más efectiva su labor. Organismos de la Administración relacionados con las minorías, Centros de Documentación, Bibliotecas... son también algunos de los que nos hacen llegar comentarios sobre la utilidad de dicha herramienta.

Y junto al envio de la Revista Diaria de Prensa, mantenemos una Base de Datos con todos esos contenidos informativos (unos sesenta mil en la actualidad) que permite localizarlos en base a múltiples descriptores: periódico, idioma, fecha, lugar de origen de la noticia, clasificación temática, tratamiento de la mujer, menores, pueblo gitano, fuente de información, género informativo… Cuenta también con una representación gráfica y cuantitativa de los resultados de las búsquedas. La base de datos es también directamente consultable en la página web .
Esta herramienta pone al alcance de cualquiera el impresionante caudal informativo y de opinión que diariamente produce la prensa, y lo hace de una manera sencilla, ágil y rápida, da la posibilidad de localizar, en esa maraña, lo que específicamente interese a cada cual y es de acceso universal y gratuito vía internet. Tenemos constancia de que esa base de datos es utilizada desde el movimiento asociativo para la búsqueda de iniciativas o de documentación en los terrenos más variados: educación, políticas migratorias, tratamiento de las mujeres, racismo y discriminación, creación de prejuicios... que luego son utilizados para tareas de formación, para perfilar iniciativas nuevas, para documentar denuncias, para trabajos de sensibilización... Investigadores del mundo universitario nos hacen saber que la base de datos es una fuente de primerísimo orden para la localización de materiales sobre los que hacer luego su labor investigadora. En definitiva, creemos que el alto volumen de trabajo que nos exige el mantenimiento de estas dos iniciativas se justifica por los resultados obtenidos.

A estas dos herramientas ya citadas, hemos incorporado una nueva, la Agenda de la Diversidad. El objetivo de la misma puede leerse en la portada de la web donde está colocada: Visibilizar para convivir. Vivimos en una sociedad caracterizada por la convivencia de personas de procedencias culturales, sociales o étnicas diversas. Los medios de comunicación son referencia fundamental, y a menudo única, en la creación del imaginario colectivo sobre los procesos de inmigración y convivencia social y remiten con excesiva frecuencia a contenidos que vinculan diversidad con conflicto, violencia o criminalidad. Al mismo tiempo, se recurre a una (re)presentación de la inmigración y minorías étnicas como meros objetos informativos pasivos, sin voz. La Agenda de la Diversidad quiere hacer visible esta realidad promoviendo el protagonismo de unas minorías con voz y que se sientan representadas como parte de los medios y de la propia sociedad, es decir, promoviendo la participación social y mediática de personas y colectivos diversos.

Trabajar en positivo. La Agenda de la Diversidad es una herramienta que quiere, entre otras cosas, facilitar a periodistas el rápido acceso a personas vinculadas con los procesos migratorios y tomar conciencia de la posibilidad de promover su protagonismo como sujetos y fuentes de información válidas para hablar de los países de origen o de la condición de inmigrantes, pero animando también a su participación como fuentes expertas y profesionales en cada uno de sus campos de especialización social o laboral. Así, consideramos que la participación de minorías en los medios promueve una visión realista y veraz de nuestra nueva sociedad y facilita los procesos de integración al promover el (re)conocimiento de todos y cada uno de los componentes de nuestra sociedad. También queremos, con esta herramienta, facilitar el acceso por parte de esas minorías a aquellas y aquellos profesionales de los medios que participen de esta iniciativa. Hacer, en definitiva, de esta herramienta un proceso de doble dirección.

La Agenda de la Diversidad es uno más de los proyectos que buscan activar el papel de los medios en este proceso de reconocimiento de la diversidad social. El proyecto funcionará cuando se active una dinámica de normalidad de la presencia de minorías en los medios más allá del mero ejemplo exótico. Y es que uno de los objetivos es, precisamente, dejar de hablar de inmigración e inmigrantes como categoría especial, a la que, inevitablemente, se dota de rasgos más o menos comunes. Por el contrario, es hora ya de ir normalizando la mirada mediática, como una mirada mestiza acorde con la sociedad que se va configurando. No seguir hablando de “ellos” los inmigrantes y “nosotros”, sino dejar de mirar a ese “nosotros” excluyendo del mismo a quienes ya forman parte de nuestra sociedad. Los medios han de reflejar la realidad actual y ésta es ya (cada vez más) mestiza. De ahí que las herramientas de las que hablamos para trabajar buenas prácticas informativas no buscan hacer visibles a las personas inmigrantes, sino combatir la invisibilidad que los medios practican hacia determinados sectores de la sociedad de la que informan. Pretende también remarcar que las personas inmigrantes son tan variadas y complejas como las autóctonas, que la diversidad es amplísima aunque se compartan orígenes geográficos, creencias, saberes… No podemos obviarlo y, en lugar de hablar de personas concretas, con opiniones, aspiraciones, sueños, problemas… seguir hablando de una categoría (inmigrante) y de una clasificación (en la que nosotros siempre estamos primero). Éste es, por desgracia, el punto de partida de la mayoría de aproximaciones de los medios en este campo.

En un reciente debate celebrado en un centro madrileño con encanto, y rodeado de gente amiga, uno de ellos señaló, a propósito de la Agenda de la Diversidad, el peligro de que contribuyamos a etnizar el proceso comunicativo y no a normalizarlo. Encuentro que la observación es muy pertinente. Hemos de buscar las vías, no sólo para que los medios no caigan en las malas prácticas ya documentadas a la hora de hablar de inmigración, y que sobre esas cuestiones también se expresen sus protagonistas, sino que en el reflejo del conjunto de actividades sociales de la vida diaria que acceden a los medios, éstos incorporen también a las personas que en algún tiempo inmigraron, como parte componente hoy de nuestra sociedad. Y ciertamente, estamos muy lejos de ello. Pero la Agenda de la Diversidad trata también de dar bases sólidas a ese imprescindible trabajo en red del que venimos hablando en este artículo. Contar para ello con los profesionales, hombres y mujeres, del mundo de la información dispuestos a llevar adelante un periodismo riguroso, profesional y solidario y que valoren la necesidad de un acceso ágil a fuentes de información, puntos de vista y opiniones alternativas. Lograr, a su vez, la participación de asociaciones de inmigrantes, asociaciones de apoyo a la inmigración y personas individuales relevantes en el ámbito migratorio y que tienen un contexto inmigratorio o autóctono.
Tras varios años trabajando en el diseño del software informático, junto con las universidades de Stavanger, Colonia, Gante y Autónoma de Barcelona, en el marco del proyecto europeo XenoClipse, contamos ya con el diseño final de dicha herramienta. A su vez, venimos realizando un trabajo de relación bilateral con todos los agentes susceptibles de formar parte de la Agenda de la Diversidad. Todo ello se ha plasmado ya en la puesta en Internet, el pasado mes de junio, de lo que es el inicio de dicha herramienta. Así, funciona ya esa base de datos interactiva, con acceso a través de internet, conteniendo de salida más de medio millar de participantes. Para formar parte de la Agenda y poder utilizarla es preciso registrarse.

Revista diaria de Prensa, Base de datos y Agenda de la Diversidad no son sino herramientas que tratan de reforzar la autonomía de la sociedad civil frente a lo que hace ya tiempo se presenta como el cuarto poder. Y aprovechar, en esta labor, las nuevas tecnologías de la comunicación.

Los peligros del reduccionismo

Si resulta erróneo generalizar al hablar de la inmigración y de las personas inmigrantes, dada la inmensa variedad y heterogeneidad de situaciones, personas, intereses y vivencias a las que dichos conceptos se refieren, algo similar ocurre si hablamos de los medios de comunicación como un todo. Conozco a quienes se representan ese ámbito como una mano negra al servicio de oscuros intereses. Lo señalado hasta aquí, por el contrario, parte de que es necesario, pero también posible, intervenir en este campo.

A la hora de preguntarse si se puede hacer algo por cambiar esta situación, Lario Bastida (2006: 317), que desde la plataforma Convivir sin Racismo de Murcia, viene planteándolo desde 2002 en sus Jornadas Anuales, concluye que la respuesta no puede ser tajante. Es una tarea difícil y compleja, que sólo puede ser abordada desde una perspectiva global, y al mismo tiempo, concreta, en la que se impliquen muy diversos sectores y se vayan poniendo en práctica algunas de las conclusiones que sí existen para los numerosos interrogantes que se han venido apuntando.

Porque, y pese a que el punto de partida descrito es francamente desfavorable, es necesario afirmar que las posibilidades de incidir, por parte de los diferentes agentes sociales, en el proceso de creación de los mensajes mediáticos es muy amplia, variada y absolutamente necesaria. Para ello es preciso apoyarnos en los medios de comunicación para llegar a la población, aprovechar el significativo número de profesionales dispuestos a un periodismo de calidad, así como las muchas ventanas que abre la multiplicidad y variedad de medios, reforzar la labor de análisis de los especialistas, la difusión de sus trabajos y el engarce de los mismos con los agentes del campo de la solidaridad, implicar al mundo intelectual y a la Universidad, exigir la puesta en funcionamiento desde las instituciones de organismos independientes de control al modo del resto de países de la Unión Europea…

De lo señalado hasta aquí, cabe apuntar que para poder avanzar hay requisitos previos sin los cuales difícilmente se lograrán resultado apreciables, a saber:

  • La Administración ha de jugar un papel normativo con la creación de organismos reguladores, de carácter independiente, y con autoridad suficiente. 
  • Los medios de comunicación han de reconocer la función mediadora que les corresponde y que, por ello, no puede quedar al arbitrio de sus propios y exclusivos criterios. Que es precisa la existencia de códigos de comportamiento y que en su elaboración ha de contarse con la sociedad civil. 
  • Quienes trabajan en los medios de comunicación, también han de asumir su responsabilidad social en la medida en que no tienen sólo obligaciones para con la empresa que las contrata sino para con la sociedad a la que su trabajo influye. 
  • Quienes se preocupan por lograr espacios de ciudadanía activa y no discriminatoria, han de operar en este terreno, analizando y criticando la labor de los medios, haciendo propuestas alternativas y tejiendo redes que les hagan tener voz propia. 

Como puede verse, los cuatro terrenos de acción señalados están íntimamente interrelacionados y ha de trabajarse en todos ellos de forma simultánea. De otro modo, si la elaboración de códigos y propuestas responde tan sólo a que la música “suena bien” estaremos bailando el agua a los detentadores del poder mediático, sean empresas o sean poderes políticos, a quienes en realidad no interesa entrarle a los problemas reales que venimos señalando. Para Gozálvez y Lozano (2004: 59), profundizar en las responsabilidades sociales y en las exigencias autónomas del sector audiovisual no es una tarea prioritaria porque no interesa a los decididores reales que encabezan la jerarquía de lo mediático y porque tal iniciativa es vista por los propios trabajadores como un brindis al sol, bello pero inalcanzable e inútil a efectos prácticos.

No se trata de demonizar a los medios ni de caer en la desesperanza debido a las dificultades señaladas, sino de, siendo conscientes de los límites de nuestra acción, y combatiendo la musiquilla de quienes por tener códigos, recomendaciones y declaraciones –con foto incluida- quieren hacernos creer que las cosas van por el buen camino, aportar herramientas concretas de intervención y dotarlas de unas lógicas que permitan inscribirlas dentro de una red de otras muchas intervenciones. Sólo así serán plenamente eficaces e irán consiguiendo cambios reales, que, como todos los cambios profundos, nunca fueron concedidos sino conquistados.

Bibliografía

  • Aierbe, P.M. (2007) “Imagen mediática de la inmigración”. En Hegoa (2007), Utopía informativa. Propuestas para un periodismo más social. Bilbao: Hegoa.
  • Bañón, A.M. (2007) “Los medios como mediadores interculturales”. En Bañón Hernández, A.M. (ed.) (2007) Discurso periodístico y procesos migratorios. Donostia-San Sebastián: Gakoa-Tercera Prensa.
  • Camps, V. (2004) “Instituciones, agencias y mecanismos de supervisión mediática”. En Conill, J. y V. Gonzálvez (coords.) (2004) Ética de los medios. Una apuesta por la ciudadanía audiovisual. Barcelona: Gedisa.
  • Cortina, A. (2004) “Ciudadanía activa en una sociedad mediática”. En Conill, J. y V. Gonzálvez (coords.) (2004) Ética de los medios. Una apuesta por la ciudadanía audiovisual. Barcelona: Gedisa.
  • Gozálvez, V. y J.F. Lozano (2004) “Autonomía profesional y códigos deontológico de la comunicación audiovisual. En Conill, J. y V. Gonzálvez (coords.) (2004) Ética de los medios. Una apuesta por la ciudadanía audiovisual. Barcelona: Gedisa.
  • Lario Bastida, M. (coord.) (2006) “Medios e inmigración: sentido común, recomendaciones y códigos éticos para una información integradora”. En Lario Bastida, M (2006) Medios de comunicación e inmigración. Murcia: CAM.
  • Lozano, J.C. (2007) “Newsmaking y gatekeeping: cómo se producen las noticias”. En Igartua J.J. y C. Muñiz (eds.) (2007) Medios de comunicación, inmigración y sociedad. Salamanca: Ediciones Universidad.

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