La Constitución europea: una ocasión perdida

La Constitución europea: una ocasión perdida

Entrevista a Javier De Lucas

El pasado 17 de Diciembre aprovechamos la presencia en Donostia de Javier de Lucas, cuya trayectoria intelectual seguimos con gran interés al ser no sólo un gran conocedor del fenómeno migratorio desde la visión de los derechos fundamentales sino uno de los pensadores más interesantes del actual panorama intelectual en esta materia, impartiendo un Curso organizado por la Diputación Foral de Guipuzkoa en colaboración con la Universidad de Deusto para lanzarle unas preguntas.

Tenemos que hablar obligatoriamente del nuevo reglamento de extranjería. Ahora bien, ¿hasta qué punto es nuevo, es decir, no estamos hablando de los mismos problemas de siempre? ¿Hasta qué punto no se trata más bien de un desplazamiento pendular del orden público y la seguridad al trabajo siendo la base de ese péndulo la misma?

Para mí el problema fundamental reside en que no veo cambio en la base de la política de gestión de la inmigración. Por supuesto que el nuevo reglamento tiene visos de ser algo diferente, de dar la oportunidad de visibilidad legal a quienes no tienen derechos. Pero yo creo que el problema es de otro tipo. Reconozco que al Partido Socialista le falta la aritmética parlamentaria para hacer una ley que reparara los tremendos errores de la Ley 14/2003, pactada entre PSOE y PP y la Ley 8/2002. Hay que señalar, por otra parte, que la no retirada del recurso de inconstitucionalidad contra esta última reforma por parte del Grupo Socialista resulta totalmente incoherente con lo que se está haciendo, es decir, por un lado se maquilla la política del PP y por otro lado se intenta modificar algunas cosas de la Ley 8/2002.
Pero aun reconociendo la dificultad del Partido Socialista para modificar la actual ley, el problema es si queremos o no plantear de otra manera la inmigración y si queremos contribuir o no a otras posiciones diferentes a las de la Unión Europea en materia de inmigración. Y en este punto creo que lamentablemente lo que hay es una enorme falta de ideas claras. No quiero decir que en el Partido Socialista falte gente capaz de dar otra visión. Ocurre más bien que el equipo está más a gestionar el día a día dirigido por una persona, Consuelo Rumi, que no tiene una visión de estado sino una visión de partido.
En definitiva, todo este discurso apunta a que un cambio en la política de la inmigración supondría actuar de otra forma en el ámbito europeo, recuperar en definitiva el espíritu de Tampere y tener una visión amplia, pero se han perdido muchas oportunidades. Una de estas oportunidades es el texto de la Constitución Europea, un mal instrumento y una oportunidad perdida. Hubiera bastado con incluir en el artículo 8 a los residentes legales de terceros países no miembros de la Unión, es decir, equiparar ciudadanía y nacionalidad. Ese paso hubiera sido un cambio y el gobierno socialista por ejemplo nada ha planteado en ese sentido. No obstante algunos diseños tímidos se pueden ver desde los socialistas a nivel autonómico. Por ejemplo, el tripartito en Cataluña tras reuniones de una comisión de expertos va a empezar a discutir un plan de inmigración que va dirigido a la ciudadanía. Y eso sí es importante pues supone una ley que trata al inmigrante como persona que viene a quedarse. El Plan vasco es también un documento interesante al utilizar el concepto de ciudadanía inclusiva.

Hemos hablado del Partido Socialista que hasta hace apenas trece años gobernaba en este país. Sin embargo parece que el discurso actual no ha cambiado desde entonces cuando las circunstancias del fenómeno migratorio en España son muy diferentes. A qué crees que es debido esto. ¿Faltan ideas, falta quizás un modelo o referente a seguir?

Sobre lo que comentas de los modelos te puedo contar la experiencia de Canadá. Yo acudí a Canadá en busca de ideas en la gestión de la multiculturalidad considerando que es un país que ofrece una visión interesante al ser muy atractivo para la inmigración y ofrecer a la vez una dosis de multiculturalidad importante no sólo centrada en la binacionalidad (francesa e inglesa) sino además en los pueblos indígenas como los inuits. En ese sentido, Canadá podría ser una referencia para España. El problema que veo es que en esto de los modelos hay que ser muy prudente y no pasar del furor norteamericano al alemán o al modelo republicano francés. Ninguno de estos modelos se puede trasladar a España, pero hecha esa matización, el modelo más interesante para nosotros sería el canadiense. Y lo es sobre todo porque ahí, en concreto en Ottawa, hay una política de transparencia que para nosotros quisiéramos.
Canadá tiene una política migratoria de más de cien años y tiene una Comisión federal de carácter permanente en el parlamento que lleva funcionando más de veinte años que se llama Comisión para la Inmigración y la Ciudadanía de forma que el Ministerio envía anualmente propuestas e informes a la Comisión y ésta replica al Gobierno; además, se trata de un mecanismo muy interesante porque en esta Comisión comparecen organizaciones de inmigrantes y esto en definitiva supone un punto de inflexión. Es decir, nosotros seguimos hablando de los inmigrantes, para los inmigrantes pero sin adoptar medidas para que los inmigrantes sean consultados en foros que sean decisorios. Esto es importante porque el programa canadiense está dirigido a la ciudadanía, es decir, el inmigrante está destinado a ser ciudadano, todo ello al margen de la posibilidad de conservar una doble nacionalidad. Son pues mecanismos que dan en la clave de la cuestión, el participar en la agenda política y esta es la gran barrera que nosotros no queremos saltar.

Esta es la cara de la moneda. La cruz podría ser lo ocurrido hace escasos meses en Holanda tras el asesinato del cineasta Van Ghog y el debate surgido en ese país en torno al cuestionamiento de la multiculturalidad como modelo de integración. Otro aviso en este mismo sentido nos llega del Congreso del Partido democristiano de Alemania. ¿Cuál es la valoración que haces de estos acontecimientos?

Yo creo que la situación en Holanda y en Alemania no es exactamente la misma. En Holanda, por ejemplo, Sandra Gil Araujo realiza un análisis bastante acertado de lo que está ocurriendo en ese país en su informe sobre el agotamiento de la política de pilares. Una explicación plausible sería que se ha llegado a un punto de saturación en la capacidad de respuesta de la política holandesa en materia migratoria ante determinadas actuaciones de un par de sectores islámicos. Estos sectores serían por un lado los kurdos, con motines callejeros hace aproximadamente cinco años con ocasión de la detención del líder kurdo Occalan. En segundo lugar está el incremento de la inmigración magrebí que, a diferencia de Bélgica, no han entrado en un proceso participativo. Hay otros elementos como el caso Fortuym, etc. En definitiva, la política holandesa orientada a los colectivos pertenecientes a las antiguas colonias empieza a fallar cuando aumenta el número de inmigrantes de otros países. Todo esto ha podido cuestionar el modelo holandés de pilares y el planteamiento de su revisión.
El caso alemán es distinto pero no por ello menos grave, al contrario. Alemania tiene un problema con la presencia de población kurda no gestionado en términos de inclusión por las propias características del modelo alemán de ius sanguinis. El segundo factor es que Alemania no ha superado aún el proceso de reunificación, con puntos de fracaso social importantes. Y finalmente, el proceso de cirugía férrea en materia social del Gobierno Schreder completan la tercera pieza de una bomba de relojería. Los mecanismos de integración internos se diluyen como consecuencia del fracaso de la reunificación y respecto a los extranjeros que viven de forma permanente en Alemania no son reconocidos como ciudadanos. Si a eso sumamos la propia debilidad del partido socialdemócrata en el poder hace del caso alemán algo diferente al holandés. El último escalón ha sido el anuncio del partido democristiano de vetar la entrada de Turquía en la Unión Europea.
Con todo, esto no responde del todo a tu pregunta porque el tema es mucho más complejo. Simplemente quiero insistir en algo que los europeos nos hemos olvidado o lo hemos considerado como resuelto. Y es que el proceso de reunificación alemana ha trasladado su coste a toda la Unión Europea y es un proceso que no se está resolviendo bien y el problema es que esto se va a trasladar a la Unión Europea en términos sociales, no sólo en el aspecto brillantemente reflejado en la película “contra la pared” sino con un alcance mayor.

Javier de Lucas es
catedrático de Filosofía del Derecho
de la Universidad de Valencia

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