Cambios de forma. Cambios de fondo

Cambios formales, cambios de fondo

Agustín Unzurrunzaga

No resulta fácil enjuiciar unas propuestas de cambios en la Ley, cuando las mismas provienen de lugares muy diversos, que abarcan la totalidad del arco parlamentario, y están sujetas a los trámites parlamentarios, a los diversos juegos de mayorías y minorías, enmiendas y comisiones diversas.
La experiencia relativamente reciente y cercana, la de los trámites en el parlamento de Gasteiz del proyecto de Ley sobre exclusión social, avalado por una campaña de meses, con el soporte de más de 80.000 firmas y el apoyo de un amplio abanico de fuerzas políticas y sindicales, no deja mucho lugar para la esperanza.
Las propuestas indican las intenciones de quienes las han presentado, cosa interesante de conocer. Lo que de todas ellas salga después de pasar por la trituradora del parlamento estatal, está por ver, y habrá que enjuiciarlo en su momento.
Los puntos de vista que se van explicitar a continuación, están hechos desde la militancia en una organización antirracista, que despliega una parte importante de su actividad en solidaridad con los inmigrantes no comunitarios, destinatarios directos de la Ley. Es un punto de vista militante, de quienes luchan a favor de la igualdad de derechos.

Emigrar no es un delito
Emigrar, abandonar el lugar de origen y cortar más o menos drásticamente con el conjunto de relaciones sociales en las que se ha crecido, no es algo fácil
Emigra quien puede hacerlo. Normalmente personas jóvenes, fuertes física y psíquicamente, hombres o mujeres. Los datos de muchos países y también de Euskal Herria, muestran la creciente presencia de mujeres en los procesos migratorios.
Las causas por las que se emigra son múltiples. Lo mismo las razones por las que se eligen las zonas de emigración. No existe una sola causa ni un solo destino migratorio.
Vivimos en un planeta con grandes desequilibrios, con amplias zonas en las que los mínimos vitales para vivir con dignidad brillan por su ausencia. Y hay otras zonas, muy diversas, en las que esos mínimos están mucho más extendidos. Son zonas de destino. La nuestra es una de ellas, un país de desarrollo intermedio-alto, estable políticamente y con una amplia historia de ser emigrante.
En un mundo en el que la desigualdad reina por doquier, con múltiples zonas atravesadas por tensiones políticas, económicas, y sociales de muy diverso signo, el recurso de emigrar es una manera tan digna como otra cualquiera de hacer frente a esas situaciones. Todas las sociedades han utilizado ese recurso en unas u otras fases de su historia, y se seguirá usando. Entiendo que es un derecho el hacerlo, y que forma parte del combate diario contra las desigualdades que llevan adelante miles de personas, de las formas más diversas. Una manera como otra cualquiera de afrontar la lucha por una vida digna. Entiendo también que facilitar el asentamiento y la estabilidad de los trabajadores y trabajadoras inmigrantes es una decidida contribución a la transformación del orden económico mundial en la dirección de una mayor justicia e igualdad. Se podrán hacer otras contribuciones, no lo discuto. Pero la arriba apuntada es una de ellas. Y es, también, un acto de solidaridad, de compartir, de no aceptar que al otro se le pueda excluir de la comunidad de cada cual, porque le ha tocado nacer diez centímetros más abajo en el mapa de la vida.
Conviene decir que las imágenes que a veces los gobiernos o los partidos políticos utilizan sobre supuestas invasiones y avalanchas incontroladas de personas emigrantes, tienen mucho de manipulación y falsedad. Reflejan más bien nuestros miedos al presente y al futuro, el desempleo, la exclusión, el trabajo precario, la inestabilidad en la obtención de ingresos, no la realidad sobre las migraciones, que tienen lógicas (si las tienen) bastante más complejas.

En consecuencia con lo dicho, siempre hemos sido muy críticos con las políticas que conciben a la emigración desde un punto de vista instrumental, mano de obra barata para cubrir ciertos puestos de trabajo, o que la ven como un enemigo, alguien a quien hay que echar cuanto antes. Y ello por dos razones fundamentales. Por las consecuencias que tiene para los propios emigrantes y por las consecuencias que tiene para la sociedad en su conjunto. Porque se construye una sociedad que excluye a una parte, a la que se le dice que no puede formar parte de ella, una democracia de baja calidad, atravesada por la xenofobia.

¿Qué cambios?
En este país sufrimos una Ley de Extranjería desde hace 14 años. El balance de su aplicación, miradas las cosas desde una posición democrática consecuente, desde la solidaridad, es globalmente negativo, muy negativo. En todo el movimiento antirracista, de solidaridad, hay un amplio consenso en considerarla como una ley de exclusión, de control, de marginación de las personas emigrantes, potenciadora del racismo, al que se ha dado una cobertura institucional, cuyo resultado final, querido o no por quienes la hicieron, ha sido, entre otros, impedir que dichas personas se establezcan, trabajen, vivan y se integren en la sociedad.
Cambiar esta Ley es una necesidad imperiosa. A mí me gustaría derogarla, y que los problemas relativos a la emigración se abordasen desde otras bases. Pero eso, hoy por hoy, no está en el terreno de juego.
No está en mi ánimo despreciar ningún cambio a mejor, aunque sea para una parte de los emigrantes. Pero tampoco bendecirlos, si no afectan a una buena parte de ellos, o criticarlos más a fondo, si empeoran.
Hay sobre la mesa tres proposiciones de Ley, un borrador de proyecto de Ley (el del Ministerio del Interior) y un texto denominado Estatuto del Inmigrante, presentado por el PSOE. Las tres proposiciones del Ley, presentadas por CiU, Izquierda Unida, y Nueva Izquierda-Iniciativa per Catalunya, fueron aprobadas para su trámite, en sesión celebrada en las Cortes el 16 de junio de 1.998. A partir de ahí los complejos trámites parlamentarios.
Esos proyectos tienen que pasar por el parlamento, dominado por dos grandes fuerzas, PP y PSOE, que no proponen cambios de fondo a lo actualmente existente. Convergència i Unió, aliado del PP en otras muchas materias, presenta unas propuestas que mejoran la situación de lo que ya está estable y amplían algunos derechos al conjunto, pero mantiene básicamente intactos los regímenes de entrada (restricciones) y los de salida, incluidas las sanciones. Las proposiciones de IU y de Nueva Izquierda-Iniciativa per Catalunya son más completas, abarcan propuestas en el régimen de entrada (facilitando), la estancia (ampliación de derechos, renovaciones más sencillas, acceso en menos tiempo a los permisos permanentes) y la salida (ampliando la tutela judicial de los inmigrantes).
Pero las proposiciones más interesantes, aunque se quedan cortas en algunas materias, como el régimen sancionador, por ejemplo, son completamente minoritarias y, me da la ligera impresión de que ello es importante.
Por otro lado, los cambios más interesantes no están apoyados por un movimiento social de cierta envergadura que los propugne. Y, aunque esto forme parte de nuestras carencias, conviene tenerlo en cuenta. El antirracismo más o menos bien intencionado, situado en buena medida en el plano moral y humanitario, puede formar parte del buen pensar de muchas gentes, y es interesante. A ello se pueden añadir los desasosiegos e indignación que producen periódicamente las muertes en el estrecho de Gibraltar, o las colas durante días enteros para poder acceder a solicitar la regularización por medio del cupo anual, o los problemas con la asistencia sanitaria, o su ausencia. Todo ello es importante. Pero me da la impresión que esos sentimientos conviven, incluso en las mismas personas, con ideas bastante arraigadas sobre la manera de entender el papel de los Estados, los derechos o no derechos de ser nacional o no serlo, la nacionalidad, la ciudadanía. Y son estos los elementos que determinan una buena parte del entramado de cualquier Ley de Extranjería, los que están en juego, los que van a determinar el valor y el alcance de los cambios que se vayan a producir.
¿Hipótesis demasiado pesimista? Creo que no. Me parece la más razonable, y que está avalada por la experiencia histórica, por el proceso de reforma del Reglamento de Ejecución de la Ley en 1.996. La regularización que le acompañaba, quedó muy por debajo de lo esperado. Y lo reformado no ha servido para mejorar la situación de la mayoría.
Hablamos de reforma de la Ley, de una ley que no facilita la entrada, ni el asentamiento estable, ni el reconocimiento claro de los derechos que ese asentamiento debiera proporcionar.
Tenemos, pues, tres grandes planos. En el régimen de entrada, visados, contingente anual y reagrupación familiar, las propuestas de los partidos con más peso, no modifican prácticamente nada, incluso la empeoran, caso de la del Ministerio del Interior en materia de reagrupación familiar, que lanza la aberrante idea de establecer un cupo anual para la reagrupación. Tampoco las otras reconocen el derecho a vivir en familia a quien está en situación irregular
En el régimen de estancia, las propuestas de CiU, IU y Nueva Izquierda, amplían el marco de derechos. Ahí el campo es más amplio, y creo que es donde puede haber algunas mejoras con respecto a la situación actual.
En el régimen sancionador, diligencias de salida obligatoria, expulsiones, centros de internamiento, las propuestas de CiU y el Ministerio del Interior mantienen lo esencial de lo actual, ampliando, en el caso del Ministerio del Interior las cuantías de algunas sanciones, incluidas las dirigidas contra el propio movimiento de solidaridad.
Los vientos que corren por toda Europa tampoco facilitan grandes cambios en el régimen de entrada. Las propuestas de recortar el derecho de asilo hechas por la presidencia austríaca no auguran nada bueno. La prensa de mayor tirada propugna algunos cambios de menor cuantía, manteniendo el grueso de la normativa intacto, humanizar algunas cosas.
No veo que vaya a haber grandes cambios. Me parece que van a ir dirigidos a una minoría, a la parte de los inmigrantes que a costa de mucho esfuerzo tiene un trabajo estable, una estabilidad bastante grande. Eso no es despreciable, pero también sigo pensando que va a quedar demasiada gente en la estacada, que se van a seguir reproduciendo las bolsas de inmigrantes en situación irregular, que la arbitrariedad policial y administrativa va a seguir campando a sus anchas.

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