EL Islam en los medios de comunicación occidentales

EL ISLAM EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN OCCIDENTALES

La imagen estereotipada del Islam se ha convertido en una muleta sobre la que descansa la supervivencia de la identidad cultural de Occidente

Bashy Quraishy
Vicepresidente,(ENAR) Red europea contra el racismo, Bruselas

El 15 de Septiembre del año 2000 era el día de la inauguración de los juegos olímpicos de Sydney en Australia. Yo asistía a una conferencia en Bruselas. Durante el almuerzo fui a mi habitación para ver las noticias de la BBC. Tras varios intentos, sintonicé una cadena de televisión alemana, que estaba retransmitiendo las Olimpiadas. Por curiosidad, me quedé unos momentos viendo la apertura. El comentarista estaba presentando a cada país por sus logros deportivos, historia o haciendo simplemente algún comentario agradable. Pronto me di cuenta de que cada vez que una delegación de un país de raíces musulmanas aparecía en pantalla, términos como Islam, terrorismo, fundamentalismo, o guerra civil eran mencionados. Países tan diversos como Argelia, Indonesia, Sudán, Malasia, Arabia Saudita y Paquistán eran presentados de la misma manera. Me quedé asombrado frente a este deliberado intento por mezclar deporte y religión.
Como periodista perteneciente a una cultura minoritaria, soy consciente del debate que sobre el Islam tiene lugar en Europa y en mi propio país, Dinamarca.
No soy una persona religiosa, ni un musulmán practicante. Pero con el transcurso de los años he aprendido a respetar y a admirar todas las religiones. Me he vuelto mucho más consciente de la profunda necesidad de las personas en pertenecer a una religión, a una ideología, a cierta filosofía, a un sindicato, o siquiera a un club de fútbol. De alguna manera después de vivir en el mundo occidental, una cosa ha quedado muy clara para mí, no importa cuán laico y no practicante sea, siempre me será recordado tanto por los medios audiovisuales, como por los políticos, o la misma gente que me rodea, que soy musulmán y por consiguiente no parte de la cultura Danesa, Europea u Occidental. Es triste y duele admitir que todos mis esfuerzos por ser un ciudadano contribuyente y amante de la paz, que acata la ley, y paga sus impuestos, no tienen valor para la sociedad. Soy juzgado por el parámetro de mi religión. Sé que no soy el único en esta situación. Hay millones de personas compartiendo la misma suerte en el mundo occidental. El lado positivo de esta lamentable situación, es que puedo expresar mi más sincero agradecimiento a Dinamarca, a Europa y a todo el mundo occidental, ya que me han devuelto mi propia identidad. A través de todo este doloroso proceso, he caído en la cuenta de que mi propia religión, el Islam, ha jugado un importante papel en mi educación y desarrollo intelectual.

Ataques terroristas en EEUU

Cuando los organizadores de una conferencia internacional sobre los medios de comunicación que tuvo lugar el 12 de Octubre del año 2001 en Turku, Finlandia, me pidieron que hablara sobre este tema, me mostré encantado ya que esta había sido una cuestión sobre la que había estado trabajando durante los últimos años. Difícilmente podía imaginarme que el Islam se convertiría en un tema de actualidad en el mundo occidental, después de los terribles ataques sobre objetivos americanos del 11 de Septiembre, que resultaron en la pérdida de vidas inocentes y en la destrucción de propiedades valoradas en billones. Una terrible consecuencia de esta tragedia, son los discursos sobre “choque entre civilizaciones” y “guerra entre el Islam y Occidente”.
Lenta pero firmemente, el centro de atención de los medios de comunicación comenzó a involucrar al Islam dentro de este debate. Reportajes televisivos, artículos periodísticos, emisiones radiofónicas, “chats” en Internet, todos ellos estaban inundados de temas relacionados con el Islam, el fundamentalismo, el terrorismo y la guerra. Términos como extremistas musulmanes, fundamentalistas, militantes musulmanes, grupos terroristas musulmanes, terrorismo islámico, eran utilizados una y otra vez en los medios de comunicación. Antiguas imágenes de actos terroristas alrededor del mundo, la fotografía de Bin Laden disparando un arma, el maltrato de los talibán sobre las mujeres afganas, las manifestaciones y escenas de júbilo por parte de los palestinos, han sido mostradas reiteradamente.
El reputado profesor Micah Dembo escribió en el periódico “Independent” el 5 de Octubre: “Los fundamentos culturales e intelectuales del terrorismo en las sociedades Islámicas solo pueden ser destruidos occidentalizándolos”.
Todo esto sucedió con la ayuda de los medios de comunicación. El ondear de las banderas y los reportajes emocionales y parciales sustituyeron a la objetividad. La reconocida autora y crítica americana Susan Sontag criticó duramente a los medios de comunicación en su articulo publicado en el “New Yorker” el 19 de Septiembre. Escribió: “Desproporcionales sobredosis de realidad, la ostentación de autojusticia y la directa desinformación por parte de las autoridades y comentaristas de televisión es asombrosa y deprimente”.

Resultados inmediatos

El uso intencionado de terminología anti-islámica en los medios de comunicación tuvo desafortunadamente inmediatos efectos colaterales. El terrorismo internacional llegó a ser sinónimo de la religión islámica; los musulmanes, sus seguidores y los árabes del medio Este sus co-habitantes. Los ataques sobre personas de aspecto árabe ocasionaron la muerte de gente inocente. Vandalismo, el saqueo de propiedades, bombas incendiarias lanzadas contra casas particulares, el acoso a mujeres y chicas musulmanas en las calles, a niño/as en las escuelas, y el boicot a compañeros de trabajo han sido extensamente denunciados. El centro de control del racismo de la Unión Europea en Viena, ha publicado a finales de Septiembre su informe detallando ataques y acoso a musulmanes en la Unión Europea. No es una lectura agradable.
Imágenes de unas cuantas mujeres paquistaníes con el Corán en una mano y una pistola en la otra, algunos cientos de jóvenes con largas barbas negras gritando “Yihad o Alá es grande” u otro eslogan emocional, son usados repetidamente para ilustrar las maldades del terrorismo y el fanatismo. Estas imágenes se asientan profundamente en la psique de público inocente y mal informado creando odio. Un odio que tiene su propio ciclo, ritmo y lógica. Un odio que toda persona perteneciente a alguna minoría étnica, musulmana o no, puede sentir, paladear y ver.

El Islam y Occidente, una mirada retrospectiva de la historia

El creciente sentimiento anti-musulmán en los medios de comunicación occidentales, particularmente en los Estados Unidos, es una inevitable reacción violenta creada al comienzo de la desintegración de la Unión Soviética. Durante décadas los soviéticos proporcionaron una conveniente cabeza de turco. Cuando el enemigo público número uno se convirtió en un amigo recién descubierto, los europeos y americanos buscaron con la ayuda de sus medios de comunicación un sustituto, el cual encontraron en los fundamentalistas, término usado demasiado a menudo como sinónimo de los musulmanes. Esto ha dado pie al aumento de actitudes racistas anti-árabes y anti-musulmanas.
El ciudadano occidental medio es amistoso pero desconfiado cuando conoce a un extranjero. Los europeos y americanos son por lo general etnocéntricos y cualquier cosa diferente es mirada con recelo. El indudable aislamiento geográfico de Estados Unidos ha contribuido a la estrechez de miras americana. El ataque al World Trade Centre fue un impacto directo no sólo al corazón financiero del país, sino también un golpe al sistema nervioso americano. Cuando se difundió la noticia de que egipcios habían sido arrestados en conexión con el ataque, los americanos reaccionaron con miedo. Se destruyeron mezquitas y tanto casas como negocios de musulmanes se convirtieron en objetivo. La violencia anti-musulmana fue contenida pero la semilla del odio racial se había sembrado.
Los medios de comunicación han contribuido profundamente a la imagen negativa de los musulmanes. Las leyes y costumbres musulmanas son interpretadas ingenuamente y emitidas fuera de contexto. A los árabes se les equipara con terroristas y a los musulmanes con fundamentalistas. Cuando el prestigioso semanario “Newsweek” elige publicar en portada un artículo sobre el crecimiento del “Islam militante”, excluyendo la mayoría de los demás aspectos de la religión, se convierte a los ojos de la mayoría de las personas en una imagen recurrente. Hoy en día raramente se encuentran en las grandes revistas o periódicos artículos sobre arte, arquitectura, filosofía o poesía islámicas.
Se hace escasa mención al hecho de que existen musulmanes en todo el mundo y que estos pertenecen a diferentes grupos raciales. Mientras que la mayoría de los musulmanes pueden localizar sus raíces en el Oriente Medio, los musulmanes bosnios son blancos; los indonesios y malasios, orientales y los senegaleses y sudaneses, negros. Hasta hace pocos años los “musulmanes fundamentalistas” eran “Shi’ite” y estaban limitados geográficamente a Irán, Líbano y Paquistán, quedando algunos diseminados en otros países. A lo que se enfrenta ahora Occidente es al Islam Sunní, el cual supera todas las fronteras nacionales.
“The News”, periódico internacional paquistaní publicado desde Londres, señalaba muy claramente en su editorial: “los medios de comunicación occidentales pueden continuar reaccionando contra el Islam con hostilidad, miedo e ignorancia. O pueden intentar entender la fe, sus tradiciones y su historia. En lugar de describir a los musulmanes y al Islam con términos despectivos, Occidente debería procurar explorar lo positivo. Hay tanto que podrían aprender y admirar”.

La comunicación con el Islam es vital

El Islam y su relación con los medios de comunicación occidentales e incluso los derechos humanos, constituyen un antiguo problema para las minorías étnicas, particularmente para aquellas de origen musulmán y dentro de estas, especialmente, las que proviniendo de países en vías de desarrollo viven en Occidente. Hay muchas cuestiones a tratar, muchas respuestas que encontrar y mucho examen de conciencia que realizar.
¿Con qué propósito?, puede uno preguntarse.
Para qué habría de molestarse Occidente en cuestionar la verdad establecida, la dura realidad, la enorme cantidad de trabajos de investigación que muestran a las audiencias occidentales la lamentable situación en el así llamado mundo islámico, el fanatismo de los Mulla, la ignorancia de las masas islámicas, las estrictas leyes Saria practicadas en Arabia Saudita o la violencia en Argelia, Palestina o Indonesia.
La respuesta se encuentra en tres premisas. La primera sería equilibrar los debates acerca del Islam que tienen lugar en todos los niveles de las sociedades europeas. La segunda, el hecho de que las minorías musulmanas son parte integral de la realidad europea actual. Nos guste o no, la presencia de 12 a 13 millones de personas no puede ser ignorada. Sus legítimas necesidades deben ser cubiertas y deben poder disfrutar de los mismos derechos que cualquier otra persona en la sociedad. Más aún, no deben ser discriminados por practicar otra religión, modo de vida u asociación geográfica. La tercera premisa es que los periodistas tienen el deber moral de mantener su propia integridad, profesionalidad y neutralidad. Son los proveedores de la información que puede conducir a una sociedad a la armonía o bien a la destrucción total del tejido estructural de una sociedad civil, de la cual son parte.
También es importante señalar que el Islam es una religión y no una nacionalidad. El Islam es una religión universal, que abarca 60 países y tiene 1.1 billones de seguidores; y los así llamados musulmanes no son una masa unida. Tienen diferentes culturas, modos de vida, color, etnicidad, lenguaje, vestimenta, mentalidad, estatus social, educación y experiencias. Lo único que tienen en común son 5. La típica imagen de los musulmanes que vemos a todas horas en los medios de comunicación es una distorsión, simplificada y francamente peligrosa. Para ilustrar esta observación, quiero utilizar mi propia vida como ejemplo.
Nací en la India, crecí en Paquistán, estudié en América e Inglaterra y resido en Dinamarca. Viajo con pasaporte europeo y seguramente seré enterrado en suelo paquistaní tras mi muerte.
¿Quién soy yo, entonces? ¿Soy un indio, un paquistaní, un danés, un musulmán, un europeo o un ciudadano de este planeta? ¿Crean todas estas diversas identidades un conflicto en mi interior y en mi relación con Occidente y Dinamarca? La respuesta es no. Todas estas diversas identidades han hecho de mí un ser humano mucho mejor.

Los canales cruzados de la comunicación

Las ideologías de Oriente y Occidente están de moda. En casi todas las expresiones de los medios de comunicación, los “expertos” procuran instruirnos sobre los nuevos peligros de Oriente: guerras santas, masas fanáticas, la venganza de la Edad Media sobre la modernidad y de la religión sobre la Ilustración. El Islam es a veces un desafío y a veces una amenaza. Aparentemente la conquista de Viena por los turcos es inminente una vez más. Con Jomeini, Gadafi, Saddam Hussein, Arafat y los fundamentalistas argelinos, la oleada anti-occidental va cogiendo forma mientras va salpicando las revistas populares y las pantallas de televisión. La amenaza podría ser espiritual, en la forma de un contramodelo oriental a la civilización occidental; podría resultar en la paralización del flujo de petróleo, o en una invasión cultural por parte de los inmigrantes de Turquía, Paquistán o el Magreb. Podría ser la bomba atómica islámica, el terrorismo o una amenazadora revolución mundial fundamentalista al modo iraní. Las mentes simples podrían verlo incluso como una batalla del Islam contra el Cristianismo, o contra los “no creyentes”. En Europa y América existen todas estas percepciones de amenaza, a veces una al lado de la otra y otras veces de manera separada. A veces surgen repentinamente y compiten unas con otras y otras veces son sistematizadas y exacerbadas, todo depende de qué se requiera o desee en una situación determinada.
Cuando una persona de origen musulmán critica la visión predominante en Occidente hacia el Islam como “el enemigo”, lo hace no para justificar todos los aspectos de la política y de las sociedades musulmanas, o para echar tierra sobre ello utilizando la “diferencia cultural”. Más bien se subraya el hecho de que el concepto generalizado de “el enemigo” no es una manera seria de enfrentarse a la opresión, corrupción, abusos de los derechos humanos y otros fenómenos presentes a lo largo del así llamado mundo islámico.Pero este concepto no es precisamente el que preocupa a los ideólogos que conjuran estas imágenes hostiles. Por el contrario, a ellos y a sus seguidores les interesa sentirse cómodos mediante la asociación de estos problemas a otra cultura y religión. En lugar de espíritu crítico, Occidente muestra arrogancia e intriga. Los europeos están en contra del fanatismo, el cual es sólo parte integral de otras culturas; el fanatismo no pertenece al núcleo de la “cultura occidental-cristiana”, sólo emerge a veces en la forma de una excepción lamentable. En lugar de criticar los fallos en las culturas occidentales y utilizar las mismas pautas para criticar otras sociedades, muchos autores enfrentan ambas culturas. Algunos periodistas llegaron incluso a contrastar a los países islámicos con “el mundo libre”. “El mundo libre”, lo cual significa Occidente. Esta manera de pensar pretende luchar contra la irracionalidad ajena a través de la ilustración europea, pero consigue precisamente lo contrario.

Cuatro principios del periodismo

El distinguido periodista y erudito Edmund Lambeth formuló cuatro principios en los que basar los fundamentos de la ética en el periodismo. Estos principios básicos son los que los periodistas deberían utilizar como fuente de inspiración y base ética en los medios de comunicación.

- Es fundamental contar siempre la verdad.

- Debe mantenerse la libertad para ejercer el periodismo independiente.

- La justicia debe combinar la imparcialidad al informar y la exposición de las injusticias.

- Los periodistas deben abordar siempre la cuestión humana y no deben ser culpables de cometer daño directo e intencionado a otros, debiendo, en lo posible, evitar el sufrimiento.

Siempre existirán grupos étnicos y en un futuro próximo habrá muchos problemas étnicos. Sin embargo, los periodistas deben mostrar conciencia y sensibilidad para evitar convertirse en instrumentos inconscientes de la intensificación del conflicto.

Qué se puede hacer

La defensa de la identidad religiosa sin los extremos del “minimalismo cultural” o el conflicto violento es posible, con tal de que los medios de comunicación occidentales acepten la condición democrática y la realidad del pluralismo. La identidad, bien sea individual o grupal, religiosa o política, étnica o racial, asume una importancia decisiva en un contexto violento si no está permitido manifestarla libre y pacíficamente. Siempre se reafirma a través de la lucha por el poder y la dominación. La ausencia de identidad en el contexto europeo es debida a la disolución de la cohesión interna de la sociedad. La cuestión de identidad no es relevante en comunidades seguras de sí mismas y que se mantienen firmemente unidas mediante una cultura común o un fuerte sentimiento de afiliación religiosa.
En el caso de los medios de comunicación europeos, considero que la enorme contribución de los periodistas radica en ayudar a los líderes políticos a reexaminar el camino a través del cual una sociedad moderna consigue su naturaleza pluralista. Los periodistas europeos del mañana ya no deberían estar obsesionados con la idea de una única identidad, menos aún con la búsqueda de un fuerte sentimiento de civilización europea. Deben avanzar hacia una sociedad flexible y abierta. Entonces se convertirán en la vanguardia de una sociedad, en la cual el periodismo no se centrará en la raza, cultura, religión y color, sino en la pertenencia a la raza humana.
Si los periodistas europeos desean realmente tener una cobertura informativa pluralista y cosmopolita deben abolir el eurocentrismo y ampliar el alcance del profesionalismo para que sea global. Deben pensar en términos multi-culturales, multi-étnicos y multi-religiosos.

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