La problematización de las mujeres magrebíes desde Europa: ¿la cuestión femenina?

La problematización de las mujeres magrebíes desde Europa: ¿La cuestión femenina?

Yolanda Aixelà
Conservadora del Museu Etnològic de Barcelona

Es ya habitual que al abordar la realidad cotidiana de las mujeres magrebíes musulmanas, muchos especialistas, pero también buena parte de los medios de comunicación e incluso estructuras políticas europeas, resuman su situación bajo el título “la cuestión femenina”. Siempre que a Occidente no le interesa explicar la situación de ciertos colectivos sociales contextualizada en un espacio y período histórico concreto, utiliza el término “cuestión” como reflejo de una realidad que debe permanecer opaca. Buenos ejemplos son también “la cuestión del Sahara” o “la cuestión Palestina”.
El enunciado “la cuestión femenina” enunciada en el mundo árabe mediterráneo se remonta a los primeros viajeros-exploradores del siglo XVIII si bien que tuvo una categorización concreta entre los agentes coloniales que Francia envió a Argelia a finales del siglo XIX y que formaban parte de la escuela de la Sociología Jurídica Francesa. De la última, investigadores como C. Sabatier (1883) y M. E. Mercier (1895), e incluso, algo más tarde, como M. Morand (1910) utilizarían un tono de denuncia para explicar la situación de la mujer argelina, proponiendo como solución para su mejora la asimilación del modelo francés. Para ellos, las mujeres eran el “facteur de retard” de Argelia.
Estos autores son los que defendieron que el grado de civilización de las culturas podía medirse por el trato que éstas deparaban a sus mujeres. Esta perspectiva evolucionista, profundamente engañosa, fue la que las propias potencias coloniales harían suya para intervenir en las sociedades magrebíes. A los europeos ni les interesaba entonces, ni ahora, que las mujeres magrebíes sufrieran menos maltratos maritales que las europeas y que tuvieran derechos que para algunas de estas europeas eran para la época impensables (derecho a herencia, derecho a dote, derecho a independencia patrimonial, derecho a ser mantenidas, etc.). A Europa sólo le interesaba destacar que, puesto que las mujeres magrebíes utilizaban el velo, ése era el símbolo de un encierro sometido desde las estructuras patriarcales magrebíes: que debiesen vestir esa prenda era el factor inequívoco de que en las sociedades árabo-musulmanas (los bereberes, claro, ni se mencionaban) las mujeres estaban sometidas y subordinadas a los hombres. Es más, para Occidente, ésa era la prueba de que se trataba de sociedades “atrasadas”, atraso en el que el Islam jugaba un papel determinante.
Ahora bien ¿en qué momento histórico las mujeres magrebíes pasan a ser el eje que puede transformar las sociedades musulmanas? ¿Por qué siempre se visualiza la “modernidad” de estos países a través de una fotografía de una mujer velada o desvelada? ¿Hasta cuándo prevalece esa perspectiva que culpabiliza al Islam?
La percepción, tanto propia como ajena, de que la especificidad y continuidad de la pureza del Islam descansaba en su colectivo femenino, toma fuerza en las primeras décadas del siglo XX, momento en que los colonizadores siguiendo la máxima de algunos de sus agentes, inician, sobre todo en Argelia, una serie de políticas que van a tener como objetivo beneficiar a las mujeres y soliviantarlas contra el orden establecido. F. Fanon nos relata esta realidad con suma exactitud: "primero se intenta el abordaje de las mujeres indigentes y hambrientas. A cada kilo de sémola distribuida, se añade una dosis de indignación contra el velo y el encierro. A la indignación siguen los consejos prácticos. Se invita a las mujeres argelinas a jugar “un papel fundamental, capital” en la transformación de su destino. Se las incita a rechazar una sujeción secular y se describe el papel inmenso que están llamadas a desempeñar. La administración colonial invierte sumas importantes en este combate" . Para entonces, las propias sociedades ocupadas habían decidido también hacer prevalecer su especificidad a través del uso del velo: era cierto que los hombres habían sido derrotados, pero las mujeres resistirían. Fanon añade al respecto “a la ofensiva colonialista sobre el velo, el colonizado opone el culto al velo. Lo que era un elemento indiferenciado en un conjunto homogeneo, adquiere un caracter de tabú; la actitud de las argelinas frente al velo se interpreta como una actitud global frente a la ocupación del extranjero” . De esta manera, las mujeres pasan a ser el centro de las miradas no sólo de europeos, sino también de magrebíes.
Al tiempo que los propios colonizadores intentaban a toda costa desvelar a las mujeres, los magrebíes enarbolan a sus mujeres como las verdaderas guardianas de la identidad colectiva. Es en este preciso momento cuando se deposita sobre ellas la responsabilidad de salvaguardar la especificidad de las culturas musulmanas. Como bien relata J. Berque ellas representaban “una tropa de reserva de la nacionalidad” , pensamiento que defenderían los propios nacionalistas como el marroquí Allal al-Fasi y que sería posteriormente recuperado por los movimientos islamistas radicales y también por los feminismos islamizantes. Se acababa de responsabilizar injustamente a las mujeres de la continuidad de la sociedad musulmana, interpretación que tanto para magrebíes como para europeos aún persiste en la actualidad.
Esa percepción de que las transformaciones en el estatus femenino implican necesariamente la disolución de la sociedad musulmana, es la que está impidiendo que los cambios que introduce su incorporación al mundo laboral y los cada vez más elevados índices de escolarización, se traduzcan en una transformación legislativa de los diferentes códigos de familia que rigen en estos países (Madjala tunecina, Mudawwana marroquí…): se cree firmemente en ese rol especial que las mujeres juegan en la construcción de la “modernidad” del Estado-nación magrebí postcolonial. Ello significa que su género continúa estando ligado al parentesco siendo legitimado por la propia esfera jurídica árabo-islámica .
En cualquier caso, y para terminar, poner de manifiesto la existencia de una doble apropiación del velo, y por extensión del colectivo femenino, por parte de las estructuras políticas magrebíes y por las europeas, muy al margen de las razones por las que éstas lo vistan.
Desde el Magreb, las mujeres veladas están siendo instrumentalizadas para dar una apariencia de tradicionalismo a una sociedad que ya ha cambiado. En esa línea tenemos el interesante estudio de M. Kasriel , en un trabajo desarrollado en una comunidad del Atlas beréber marroquí, en el que propone que el vestido y la organización social funcionan como dos sistemas superpuestos, el primero en tanto que visualización del segundo.
Desde Europa también se han reapropiado del velo ya que la mujer velada favorece la reafirmación de la supuesta “modernidad” occidental: éstos van a interpretar esta prenda como la manera en que el Islam trata a sus mujeres, recuperando así la propuesta inicial de los exploradores y viajeros según la cual el grado de civilización de las culturas se medía por el trato que deparaba a sus mujeres. Y es que Europa prefiere mantener la opacidad de la realidad cotidiana de este colectivo magrebí hablando de la “cuestión femenina” para no tener que explicar que el velo hoy no sólo es símbolo de encierro sino también de liberación, sobre todo para un sector mayoritario de la población, perteneciente a los estratos más desprotegidos y desfavorecidos de la sociedad, que ha ocupado un espacio público que no les correspondía para trabajar, manifestarse y, en definitiva, hacer oír su voz.

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