Latin Kings: arrisku talde erabilgarria

Departamento de Psicología Social y Metodología. Universidad Autónoma de Madrid
Contacto: barbara.scandroglio@uam.es

Los jóvenes y sus manifestaciones culturales -que, en ocasiones, suponen una integración conflictiva con el resto de la sociedad- han sido en todos los tiempos un fenómeno fácil y reiteradamente manipulable para fines políticos y de control social: la alarma que se desencadena a raíz de la visibilización de algunas de las manifestaciones más conflictivas y extremas suele ser aprovechada, cuando no propiciada, bien para volver a homogeneizar el consenso social alrededor de determinadas políticas (de ordenamiento social, de seguridad, de inmigración, etc.); o bien para crear cortinas de humo alrededor de otros temas candentes.

Las manifestaciones más recientes objeto de manipulación política son –si excluimos al movimiento 15M- las protagonizadas por las llamadas “bandas latinas” y sus jóvenes integrantes provenientes de países de Centroamérica y Caribe. Por ejemplo, pese a que los grupos a los que hacemos referencia se hubiesen constituido en el territorio español antes de 2000, no es hasta 2003 que el fenómeno –ciertamente a raíz de hechos graves protagonizados por presuntos miembros de algunas de ellas, tales como el asesinato en Barcelona del joven Ronny Tapias- se hace visible para la opinión pública. Anteriormente, ya se habían producido hechos graves, incluso letales, que “simplemente” eran cifrados como delitos violentos protagonizados por “otros” grupos juveniles y, en términos tanto relativos como absolutos, no suponían un “agravamiento” del fenómeno. Sin embargo, entre 2000 y 2004 se ha revisado el código penal y se han aplicado varios planes de seguridad contra la pequeña criminalidad y, fundamentalmente, contra los inmigrantes en situación administrativa de irregularidad, así como promulgado la ley de extranjería y su reglamento.

Otro ejemplo: en febrero de 2010 se produce una operación policial ejecutada por un número ingente de efectivos y medios de la Policía Nacional, dirigida por el Grupo XXII especializado en bandas latinas, contra miembros del grupo Latin Kings de Madrid reunidos para celebrar el décimo aniversario de la fundación de la agrupación. Más de cincuenta jóvenes fueron llevados a las dependencias del Grupo XXII y puestos en libertad al día siguiente; cinco de ellos fueron encarcelados y puestos en libertad diez días después. No se requisaron armas, solamente “literatura” y “collares”. Esta operación ocupó la portada de todos los periódicos de gran tirada. En febrero de 2012, durante las jornadas de la “dominicanidad”, varios grupos de jóvenes protagonizaron varias reyertas que provocaron una intervención policial contundente coordinada por la Policía Municipal para evitar que hubiera heridos y proteger a algunos de ellos que estaban siendo perseguidos. Se suspendió el concierto que estaba previsto para la noche. Se requisaron a lo largo del día más de 10 armas blancas y, por la noche, una escopeta recortada. Este hecho no ha aparecido en ningún periódico ni nacional ni local. Quien “decide” si un hecho es noticiable como relacionado con bandas latinas o con grupos juveniles violentos es la Delegación de Gobierno a partir de los datos proporcionados por los cuerpos policiales especializados.

Un último ejemplo: el día que se volvía a celebrar en la Audiencia Provincial de Madrid el juicio por asociación ilícita contra la “cúpula histórica” de los Latin Kings –ya que la sentencia del juicio anterior había sido revocada por el Tribunal Supremo por considerar que no se habían aportado pruebas en las diligencias y los testimonios de la Guardia Civil que fundamentaran la sentencia de ilegalización y que, al no informar la defensa de la identidad de los testigos “protegidos”, se había creado una situación de indefensión de los imputados- la Fiscalía convocó a los medios de comunicación “olvidándose” de informar que en esta repetición ya no eran 14 los imputados sino 10 y que ya no iban a ser juzgados por coacciones y amenazas, sino por falta de lesiones y asociación ilícita: la relevancia y seguimiento de la repetición del juicio, así como la “justificación” de que se celebrara en la Audiencia y no en una sede judicial local, dependían de la relevancia de los imputados y las imputaciones.

Los jóvenes o determinados colectivos juveniles, por tanto, resultan ser un “grupo de riesgo” útil –al igual que, en otros contextos históricos y sociales, los “pobres”, los “drogodependientes”, etc.- para fines de control social independientemente de si representan, en términos estrictamente de seguridad social, un “problema” para la ciudadanía. En efecto, en el caso concreto de las bandas latinas, en contra de la información normalmente difundida por los medios de comunicación –que, aunque basada en fuentes policiales, contradice los informes de los mismos cuerpos policiales especializados- no se puede fundamentar su vinculación como grupo a intereses y negocios ilícitos o ilegales, al margen de la implicación individual de alguno de sus miembros; por los datos que maneja el propio Ministerio del Interior, la frecuencia de los delitos en los que se ven implicados los grupos en cuanto tales –lesiones, intento de homicidio y homicidio, robo con lesiones- sigue siendo inferior a la de otros grupos juveniles integrados fundamentalmente por autóctonos; las circunstancias, los motivos, las víctimas de los delitos violentos no varían respecto a la violencia grupal juvenil protagonizada por otros grupos; y, en definitiva, estamos hablando de un fenómeno que debe ser abordado, incluso en opinión de los propios cuerpos policiales especializados, desde medidas de carácter psicosocial y no policial.

Sin embargo, salvo excepciones –que, por serlo, son bien conocidas, como es el caso de la ciudad de Barcelona-, las medidas adoptadas para abordarlo han optado por estrategias de “mano dura”: erradicación de las agrupaciones vía ilegalización judicial y control policial. Uno de los objetivos secundarios de estas medidas, ha sido el de sobrepujar los jóvenes miembros de las agrupaciones hacia la delincuencia común o el crimen organizado y evolucionar así en un fenómeno que ya no es “noticiable”. Ninguna de estas medidas ha sido eficaz a medio y largo plazo, más allá de los momentos inmediatamente posteriores a las intervenciones que suponían por lo general un encarcelamiento masivo. Los grupos se vuelven a organizar y a nutrir de nuevos miembros; los jóvenes, una vez que salen de prisión, se vuelven a incorporar a ellos; pese a la vinculación de algunos de los miembros a hechos, negocios y redes delictivas, el fenómeno no se “diluye” en la marginalidad y la delincuencia. Las agrupaciones siguen siendo -y lo son más si “perseguidas”- un referente identitario positivo, visible y con estatus sobre todo para los más jóvenes y, a partir de la “masificación” de lo “latino”, para un colectivo cada vez más amplio de jóvenes.

Las alternativas a las intervenciones de “mano dura” tampoco son panaceas que eliminan el riesgo de conflictos violentos entre grupos juveniles. Eso sí, dependiendo de los objetivos que persiguen, resultan ser más efectivas, menos costosas y más sostenibles. En el caso de la intervención promocionada por el Servicio de Prevención del Ayuntamiento de Barcelona, entre los objetivos se contemplaba la potenciación de la participación juvenil a través del asociacionismo y como alternativa también para aquellos jóvenes que normalmente no acceden a las vías “institucionalizadas”: este objetivo ha sido cumplido.

Ahora bien, aunque se haya reducido la implicación de algunas agrupaciones juveniles en la violencia, los últimos dos meses han sido testigos de una escalada que se ha saldado, de momento, con dos jóvenes muertos. En Madrid, la situación es la misma y con el mismo trágico saldo.

Nos encontramos frente a un nuevo ciclo -que algunos temíamos comenzara antes- inaugurado por escaladas que llevan gestándose desde hace ocho meses: las noticias en los medios de comunicación son calcadas a las que aparecen a cada nuevo ciclo; las medidas que se proponen implantar también (en Barcelona, por ejemplo, se ha declarado ya el fin del “buenismo”). Y tampoco las víctimas cambian: jóvenes vidas truncadas por motivos que, vistos desde nuestra tarima normalizante, parecen triviales y absurdos.

Si el origen y la función esencial de los grupos juveniles conflictivos como las bandas latinas son sociales e identitarias; si la violencia es una estrategia de construcción identitaria legitimada a partir de la “cultura del respeto”, donde la supremacía física sobre el otro determina el estatus grupal e individual; si para algunos jóvenes y grupos la cultura del respeto y la violencia son las estrategias más exitosas para remediar situaciones de inserción social deficitaria, ¿qué hacer, entonces? Por nuestra experiencia, lo primero, es pensar en intervenciones integradas donde la policial no sea ni la única ni la primera de las medidas. En segundo lugar, las intervenciones deben apoyarse en políticas y planes a largo plazo responsables de propiciar las condiciones estructurales y contextuales que determinan su eficacia y sostenibilidad. Para ello, deben remediar intencional y estratégicamente los efectos perversos de factores de vulnerabilidad tales como la promoción social de “metas del éxito” inverosímiles e inaccesibles; la delimitación de la existencia o rol social de los jóvenes al consumo de los espacios de ocio; la desinstitucionalización de los momentos y ámbitos de socialización comunes y seguros; la disociación y aislamiento de las instancias socializadoras; la disolución de las redes de participación y gestión ciudadanas; la precarización y de-socialización sufridas en el ámbito laboral.

Referencias de los autores sobre el tema:

• Scandroglio, B. (2010). Jóvenes, grupos y violencia. Barcelona: Icaria.
• Scandroglio, B. y López J.S. (2011). “Fundamentos y estrategias para la intervención psico-social con agrupaciones juveniles de la calle”, en M. Cerbino (Coord.): Más allá de las pandillas: violencias, juventudes y resistencias en el mundo globalizado (pp. 5-41). Quito (Ecuador) FLACSO-Ministerio de Inclusión Económica y Social-Gobierno de Ecuador.
• Scandroglio, B.; López, J.S.; Delgado, N.; Barroso, D.; Gandasegui, F. (2012). “La cultura del respeto: violencia, procesos identitarios y rol de género”. Revista de la Asociación de Sociología de la Educación, 5(2), 287-310.
• Scandroglio, B & López, J.S. (2008). "‘Gangs’, youth groups and deviant behaviors: a psycho-social perspective of analysis and intervention". Electronic Journal of Educational Psychology, 14, 6(1), 65-94. 

• Scandroglio, B.; Martínez, J.M.; Martín, M.J.; López, J.S.; Martín, A.; San José, M.C. y Martín J.M. (2002). “Violencia grupal juvenil: una revisión crítica”. Psicothema, 4, Suppl. 6-15.

Referencias sobre el proyecto de IAP con la agrupación Latin King en Madrid

• Scandroglio, B. y López, J.S. (2010). “Investigación-Acción-Participativa con la agrupación Latin King en Madrid: potencialidades y límites de una estrategia alternativa al control de los grupos juveniles conflictivos”. Revista de Antropología Iberoamericana, 5(2), 222-255.
• Feixas, C., Scandroglio, López, J.S. y Ferrándiz, F. (2011). “¿Organización cultural o asociación ilícita? Reyes y reinas latinos entre Madrid y Barcelona”, Papers, 96(1), 145-163.

Referencias sobre el proyecto con la organización Latin King en Barcelona

• Feixa, C. y Canelles, N. (2007). “De bandas latinas a asociaciones juveniles: la experiencia de Barcelona”. Educação, 1 (61), 11-28:
• Lahosa, J. (2008). “Bandas latinas. Una aproximación de recuperación social en Barcelona”. Revista CIDOB d’Afers Internacionals, 81, 173-189

Otras referencias de interés accesibles en internet

• Kazyrytski, L. (2010). “Las bandas callejeras. Pandillas latinoamericanas en Cataluña: Una aproximación criminológica”. Girona: Documenta Universitaria. Conclusiones, capítulo VI, pp. 318-322
• Miguel Cruz, J. y Portillo Peña, N. (1998). “Solidaridad y violencia en las pandillas del gran San Salvador. Más allá de la vida loca”. San Salvador: UCA Editores. Hallazgos principales del sondeo, capítulo 7, pp. 129-146
• AA.VV. (2004). “Maras y pandillas en Centroamérica. Políticas juveniles y rehabilitación”. Vol. III. San Salvador: UCA Editores. Balance de los estudios, capítulo V, pp. 401-417
• Abad, J.M. (2006). “Estado del arte de los programas de prevención de la violencia en jóvenes, basados en el trabajo con la comunidad y la familia, con enfoque de género”. Washington: Organización Panamericana de la Salud. Cooperación Técnica Alemana-GTZ.
• Washington Office on Latinoamerica (WOLA) (2008). “Daring To Care. Community-Based Responses to Youth Gang Violence in Central America and Central American Immigrant Communities in the United States”. Special Report. New York.

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